Con un falso edicto, Cao Cao convoca a los poderosos nobles
Tres héroes se enfrentan a Lu Bu
Volvamos a Chen Gong, que estaba a punto de matar a Cao Cao.
—Me he unido a él por el bien del país; matarlo sería inmoral—reflexionó—. Será mejor que me retire en silencio.
Sin esperar al amanecer, envainó y montó en su caballo para volver al condado de Dong. Cuando Cao Cao se despertó y vio que su compañero no estaba, pensó:
—Por unas cuantas frases egoístas, Chen Gong cree que soy inhumano y me ha abandonado. Será mejor que no permanezca aquí por mucho tiempo.
Y así partió esa misma noche en busca de su padre, al que contó lo sucedido. Quería usar los recursos de la familia para crear un ejército.
—Nuestros recursos son limitados—dijo su padre—, e insuficientes para tener éxito. Sin embargo, hay un miembro del gobierno local famoso por poner la virtud por encima de la riqueza, y cuya familia dispone de los medios. Su nombre es Wei Hong y con su ayuda, podremos alcanzar el éxito.
Cao Cao preparó un banquete e invitó a Wei Hong. Éstas fueron sus palabras:
—La dinastía Han no tiene soberano alguno, y Dong Zhuo es en verdad un tirano. Desprecia a su príncipe y hace sufrir al pueblo, cuyos dientes rechinan de frustración. Me gustaría restaurar el poder de los Han, pero mis medios son insuficientes. Como leal servidor del imperio, le imploro su ayuda.
—Hace mucho que éste es mi deseo, pero no he sido capaz de encontrar a ningún héroe digno—dijo Wei Hong—. Si tal es tu determinación, Cao Cao, estoy dispuesto a entregar todas mis propiedades a la causa.
Éstas eran grandes noticias. Cao Cao preparó un falso edicto imperial, que recorrió todos los rincones. Así creó un cuerpo de voluntarios y alzó un gran estandarte blanco con las palabras: “Lealtad al imperio”[1], escritas en él. En apenas unos pocos días, los voluntarios engrosaron su ejército como gotas de lluvia en una tormenta.
Un día dos hombres se pusieron al servicio de Cao Cao, uno era Yue Jin[2], proveniente de Yangping; y Li Dian[3], proveniente de Juye era el otro. Ambos fueron nombrados generales de campo. Proveniente de Qiao vino otro hombre, descendiente de Xiahou Ying [4], Xiahou Dun[5] era su nombre. Adiestrado en el manejo de la lanza y el cayado desde pequeño, con catorce años encontró a un sabio que comenzó su adiestramiento formal en el arte de la guerra. Alguien insultó a su maestro y Xiahou Dun lo mató, pero tuvo que huir. Cuando supo que Cao Cao estaba organizando un ejército, vino con su pariente Xiahou Yuan. Cada uno de ellos llegó acompañado de un millar de guerreros. Ambos eran familiares de los Cao. El padre de Cao Cao era originalmente de la familia Xiahou, hasta que fue adoptado por la familia Cao.
Apenas dos días después otros dos miembros de la familia Cao: Cao Ren[6] y Cao Hong[7], se unieron con un millar de seguidores cada uno. Ambos eran diestros en el uso de las armas y el arte de la guerra. Cao Cao, exultante, comenzó a entrenar a los soldados y a la caballería allí mismo. Wei Hong gastó a manos llenas en armaduras y banderas. De todas partes llegaban presentes en forma de provisiones.
Cuando Yuan Shao recibió el falso edicto imperial, llamó a todos aquellos que se encontraban bajo sus órdenes hasta reunir una fuerza de treinta mil. Entonces partió de Bohai en dirección a Qiao para aliarse con Cao Cao. Cao Cao escribió una llamada a las armas, que fue enviada a todos los rincones del imperio.
Cao Cao y sus asociados, en interés de la justicia y del deber, proclaman lo siguiente ante todo lo que está bajo el cielo: Dong Zhuo ha engañado al Cielo y a la Tierra, destruido el estado y asesinado al Emperador; ha mancillado el Palacio y oprimido al pueblo. ¡Es salvaje y cruel, y sus crímenes no tienen fin! Ahora hemos recibido un decreto secreto del emperador y, en su nombre, organizado un gran ejército para limpiar nuestra ilustre tierra[8] y exterminar a los asesinos. Un ejército que busca nada más que la justicia y apoya la ira del pueblo. Debemos apoyar la dinastía y salvar al hombre humilde. Esta llamada a las armas será efectiva inmediatamente después de su recibimiento.
Y así, al recibir estas palabras, todos los nobles al cargo de un ejército respondieron:
- Yuan Shu, gobernador de la comandancia de Nanyang
- Han Fu, gobernador de la provincia de Jizhou
- Kong Zhou, gobernador de la provincia de Yuzhou
- Liu Dai, gobernador de la provincia de Yanzhou
- Wang Kuang, gobernador de la comandancia de Henei
- Zhang Miao, gobernador de la comandancia de Chenliu
- Qiao Mao, gobernador de la comandancia de Dong
- Yuan Yi, gobernador de la comandancia de Shanyang
- Bao Xin, ministro del reino de Jibei[9]
- Kong Rong, gobernador de la comandancia de Beihai
- Zhang Chao, gobernador de la comandancia de Guangling
- Tao Qian, gobernador de la provincia de Xuzhou
- Ma teng, gobernador de la comandancia de Xiliang
- Gongsun Zan, gobernador de la comandancia de Beiping
- Zhang Yang, gobernador de la comandancia de Shangdang
- Sun Jian, gobernador de la comandancia de Bohai y marqués de Wucheng
- Yuan Shao, gobernador de la comandancia de Bohai y marqués de Qixiang
Pero volvamos con Gongsun Zan, gobernador de la comandancia de Beiping, que atravesaba el condado de Pingyuan con un ejército de quince mil hombres. Allí vieron una bandera amarilla entre las moreras bajo la cual marchaba una pequeña compañía. Al ver que era Liu Bei, Gongsun Zan preguntó:
—Mi joven colega, ¿qué haces aquí?
—Gracias a tu amabilidad gobierno estas tierras, así que cuando escuché que tu ejército se acercaba, vine para saludarte y ofrecerte descanso a ti y tus monturas en mi ciudad.
—¿Y quiénes son ellos?—preguntó Gongsun Zan señalando a Zhang Fei y Guan Yu.
—Son Guan Yu y Zhang Fei; somos hermanos de juramento.
—¿Son los mismos hombres que se enfrentaron a los Turbantes amarillos?
—Todos mis éxitos se los debo a ellos—contestó Liu Bei.
—¿Y cuáles son sus cargos oficiales?
—Guan Yu es un arquero montado y Zhang Fei es un arquero de infantería—contestó Liu Bei.
Gongsun Zan suspiró.
—¡Eso es enterrar a dos héroes! Todos los nobles del país avanzan para deponer al rebelde Dong Zhuo. Abandona este puesto de poca estofa y ven conmigo a restaurar la dinastía Han. ¿Qué opinas?
—Me encantaría ir—contestó Liu Bei.
—Si me hubieses dejado matar a ese canalla cuando pude hacerlo, nada de esto habría ocurrido[10]—sentenció Zhang Fei.
—Lo hecho, hecho está, deberíamos prepararnos para partir—dijo Guan Yu.
Así que sin más preámbulos, los tres hermanos se unieron a Gongsun Zan llevando consigo unos pocos jinetes. Cao Cao les dio la bienvenida.
Uno tras otro llegaron los nobles con sus ejércitos. Sus campamentos se extendían por más de doscientos li[11]. Cuando todo estuvo preparado, Cao Cao sacrificó un toro y un caballo y convocó una asamblea para discutir la estrategia a seguir.
Wang Kuang, gobernador de la comandancia de Henei , habló con estas palabras:
—Nuestro sentido de la justicia nos ha unido en esta asamblea. Antes de que nuestros ejércitos avancen deberíamos escoger a un líder para nuestra alianza. Alguien a quien todos obedezcamos sin titubear.
—Desde hace cuatro generaciones—dijo Cao Cao—, los miembros de la familia Yuan han destacado en los altos cargos del gobierno; y sus seguidores y subordinados se encuentran en todas partes. Como descendiente de ancestrales ministros de la dinastía, Yuan Shao debería ser nuestro líder.
Una y otra vez Yuan Shao declinó la oferta, y no aceptó hasta que todos dijeron a la vez:
—¡No puede ser otro que Yuan Shao!
Al día siguiente se erigió una plataforma de tres níveles y se alzaron las banderas de las cinco direcciones en fila a sus lados[12]. Y en la plataforma había una bandera blanca, adornada con la cola de un yak, y un hacha de guerra[13]. Se prepararon emblemas militares y sellos para los generales.
Con todo listo, Yuan Shao fue invitado a ascender al altar. Ataviado con ropas ceremoniales y armado con una espada, subió los peldaños que conducían al altar y, solemnemente, quemó incienso mientras se inclinaba en una reverencia. Y así decía el manifiesto de la alianza:
Aciagos días han caído sobre la dinastía Han, y el mandato imperial se ha perdido. Dong Zhuo, el traidor, ha aprovechado la oportunidad para traer la destrucción al país y el desastre al emperador, y así desplegar su crueldad sobre el pueblo. Nosotros, Yuan Shao, y sus aliados, temiendo por la seguridad de la nación, hemos unidos nuestros ejércitos para rescatar al estado. A esta tarea nos entregamos hasta el límite de nuestras fuerzas. No debe haber egoísmo ni falta de coordinación en nuestras acciones. Que aquel que falle en su entrega, pierda la vida y abandone este mundo sin descendencia. ¡Que los dioses del Cielo y la Tierra, y los espíritus ancestrales, sean nuestros testigos!
Cuando terminaron de leer el decreto, se untaron los labios con sangre[14]. Con tanta pasión habían sido pronunciadas estas palabras que lloraron incontroladamente. Habiendo acabado, escoltaron a Yuan Shao a su tienda, donde tomaron asiento en dos filas según rango y edad.
El vino fue servido y Cao Cao, tras varios brindis, dijo:
—A nosotros corresponde obedecer al líder de la alianza y apoyar al estado sin importar rivalidades ni posición.
—A pesar de no merecerlo yo lidero esta alianza—respondió Yuan Shao—. Y por tanto he de recompensar los actos meritorios y castigar las ofensas imparcialmente. Debemos respetar tanto la ley del país como la disciplina militar. No se permitirán las infracciones.
—Por nuestras vidas juramos no fallarte—contestaron todos al unísono.
—Yuan Shu, mi hermano—continuó Yuan Shao—, estará al cargo de las provisiones y se encargará de que a nadie en todo el campamento le falten suministros. Pero más importante es que alguien se ocupe de liderar la vanguardia hasta el paso del río Si y provoque una batalla. El resto de vosotros ha de ocupar posiciones estratégicas para apoyarle.
Sun Jian, gobernador de Changsha, se ofreció voluntario.
—Sun Jian, eres fiero y valiente, tuya es la misión—afirmó Yuan Shao.
Sun Jian dirigió la vanguardia hacia el Paso del río Si. Los centinelas allí apostados enviaron un jinete veloz a la capital para comunicarle a Dong Zhuo la urgencia de la situación.
Desde que asumió el poder Dong Zhuo se había abandonado a la lujuria. Cuando la noticia llegó hasta el consejero Li Ru, éste no dudó en dirigirse a su maestro, quien de inmediato convocó a todos sus generales con gran preocupación.
—No temas, padre—tronó Lu Bu alzándose—. Los nobles más allá del paso son tan insignificantes como semillas de mostaza. ¡Permitidme emplear a nuestro valiente ejército para cortarles a todos las cabezas y colgarlas a las puertas de la capital!
—Con tu ayuda puedo dormir tranquilo—se regocijó Dong Zhuo.
Aún no había terminado de hablar, cuando alguien interrumpió su discurso con estas palabras:
—¿Por qué usar un cuchillo para bueyes para acabar con una gallina? El Marqués de Wen no debería molestarse en ir en persona. ¡Les cortaré las cabezas con la misma facilidad con la que saco cosas del bolsillo!
Dong Zhuo observó al hombre: medía más de 9 chi[15], con un torso de tigre, la cintura de un lobo, la cabeza redonda como una pantera y hombros de gorila. Su nombre era Hua Xiong, proveniente de Guanxi. Tras sus valientes palabras, Dong Zhuo estaba complacido. Lo nombró Coronel de la caballería acorazada, al mando de 50.000 hombres y jinetes. Junto a otros tres generales: Li Su, Hu Zhen y Zhao Cen; se dirigió rápidamente al Paso sobre el río Si.
Entre los nobles a los que se enfrentaba se encontraba Bao Xin, ministro del reino de Jibei, que estaba celoso de Sun Jian por haber tomado a su mando la vanguardia del ejército. Ávido de gloria, envió en secreto a su hermano, Bao Zhong, por un camino secundario con una fuerza de tres mil soldados. En cuanto llegaron al paso, ofrecieron batalla. Rápidamente, Hua Xiong les hizo frente con quinientos caballeros acorazados mientras gritaba:
—¡Rebeldes, deteneos!
Bao Zhong se retiró de inmediato pero Hua Xiong lo alcanzó con el brazo en alto. Un golpe de espada y Bao Zhong cayó muerto del caballo. La mayor parte de su grupo cayó prisionero. Tras la victoria, Hua Xiong envió un mensajero al palacio de Dong Zhuo para informar de la victoria y entregarle la cabeza de Bao Zhong. Hua Xiong fue ascendido a Comandante provincial.
Pero volvamos con Sun Jian, que con sus cuatro generales se aproximaba al Paso. Eran estos Cheng Pu[16] proveniente de Tuyin, que portaba una lanza serpiente[17] de hierro rizado; Huang Gai[18] de Lingling, ataviado con un látigo de hierro[19]; Han Dang[20] de Lingzhi con un pesado sable[21]; y Zu Mao[22] de Wujun que combatía con dos sables gemelos. Sun Jian llevaba una armadura brillante que resplandecía como la plata, con un turbante púrpura cubriéndole la cabeza y un sable forjado en la famosa Guding[23]; montaba un caballo moteado de melena ondulante.
Sun Jian avanzó al paso y gritó:
—¡Vosotros, que ayudáis a un tirano! ¡Rendíos de una vez!
Hua Xiong ordenó a Hu Zhen que avanzara con cinco mil hombres contra Sun Jian. Alzando su lanza serpiente, Cheng Pu se separó de Sun Jian y se enfrentó a Hu Zhen. Apenas chocaron las armas cuando Cheng Pu atravesó la garganta de su adversario, matándolo a los pies de su caballo. Entonces Sun Jian ordenó avanzar al resto del ejército, pero fue recibido por una tormenta de piedras y flechas que los obligó a retirarse. Sun Jian envió un mensajero a Yuan Shao para informarle de la victoria.
Falto de suministros, envió otro mensajero a Yuan Shu.
Pero alguien habló a Yuan Shu con estas palabras:
—Sun Jian es conocido como el tigre de la orilla oriental del Yangtsé. Si toma la capital y derrota a Dong Zhuo cambiaríamos un lobo por un tigre. No le envíes comida y su ejército se dispersará.
Yuan Shu no envió grano ni forraje. Pronto los hambrientos soldados de Sun Jian se volvieron indisciplinados, y los espías lo comunicaron a los defensores del Paso.
Li Su preparó una estratagema y se la comunicó a Hua Xiong:
—Esta noche tomaré un camino secundario y atacaré el campamento de Sun Jian por la retaguardia. Si lo atacas de frente a la vez, lo capturaremos.
Hua Xiong asintió, se preparó para el ataque y dio orden de comer a sus soldados. Brillaba la luna y soplaba un viento frío. Llegaron frente al campamento de Sun Jian a la medianoche a través de caminos secretos. Inmediatamente sonaron los tambores ordenando el ataque. Sin perder un instante, Sun Jian se puso su armadura y montó a caballo, justo a tiempo para enfrentarse a Hua Xiong. Ambos guerreros se enzarzaron en una dura lucha, pero apenas habían cruzado sus armas cuando Li Su llegó por la retaguardia quemando todo aquello que podía arder.
El ejército de Sun Jian fue presa del pánico y huyó sin orden. Pronto solo Zu Mao se encontraba junto a Sun Jian. Ambos consiguieron romper las líneas enemigas y huir. Pero Hua Xiong los perseguía de cerca. Sun Jian cogió su arco y disparó dos veces a su enemigo, pero Hua Xiong consiguió esquivar ambos disparos. Cuando iba a disparar la tercera flecha, usó tanta fuerza que rompió el decorado arco en dos. Tras arrojarlo al suelo, continuó huyendo al galope.
—Mi señor—dijo Zu Mao—, vuestro turbante púrpura os delata. ¡Dádmelo y yo lo llevaré!
Sun Jian se quitó el turbante y se lo dio. Zu Mao se lo puso en el casco. Entonces ambos tomaron caminos diferentes. Los perseguidores fueron tras el turbante rojo y Sun Jian escapó por un pequeño sendero.
Con Hua Xiong pisándole los talones, Zu Mao se quitó el turbante y lo ató al poste de una casa medio quemada, para después ocultarse en el bosque.
Las tropas de Hua Xiong vieron el turbante y lo rodearon, pero no se atrevieron a avanzar. No fue hasta que lo cubrieron de flechas que descubrieron el truco y avanzaron para capturar el turbante. Éste era el momento que Zu Mao había estado esperando. Sin vacilar, con ambas espadas listas, cargó desde los bosques en busca de Hua Xiong. Pero Hua Xiong era demasiado rápido. Con un feroz grito, Hua Xiong desmontó a Zu Mao cortado en dos.
Hua Xiong y Li Su continuaron la matanza hasta el amanecer y volvieron con sus tropas al paso.
Cheng Pu, Huang Gai y Han Dang encontraron a su líder y, tras reunir a los supervivientes, levantaron un nuevo campamento. Sun Jian lamentaba la muerte de Zu Mao.
Cuando las noticias del desastre llegaron a Yuan Shao, éste, preocupado, convocó a todos los nobles a una asamblea. Gongsun Zan fue el último en llegar.
Yuan Shao les comunicó la situación:
—El hermano del general Bao Xin, desobedeciendo las órdenes, atacó al enemigo. Murió y con él muchos de sus hombres. Ahora Sun Jian ha sido derrotado. Éstas son graves noticias, ¿qué debemos hacer?
No hubo respuesta.
Yuan Shao los miró uno a uno hasta que llegó a Gongsun Zan, y entonces se dio cuenta de los tres hombres que permanecían de pie tras él. Su apariencia no era normal y sonreían cínicamente.
—¿Quiénes son esos hombres tras de ti? —preguntó Yuan Shao.
Gongsun Zan ordenó adelantarse a Liu Bei.
—Éste es Liu Bei, Magistrado de Pingyuan y amigo mío desde la infancia.
—¿Es el mismo Liu Bei que aplastó a los Turbantes Amarillos?
—El mismo—contestó Gongsun Zan y ordenó a Liu Bei presentar sus respetos a la asamblea. Gongsun Zan explicó en detalle sus servicios y ascendencia.
—Siendo de la casa de Han, deberías tener un asiento—dijo Yuan Shao ofreciendo un asiento a Liu Bei.
Liu Bei rechazó el ofrecimiento con humildad.
—No te lo ofrezco por tus honores o tu rango sino por ser miembro de la familia imperial—reiteró su oferta Yuan Shao.
Liu Bei tomó asiento en la última de las posiciones con sus hermanos a los lados.
De repente llegó un explorador. Hua Xiong, al mando de una compañía de caballería acorazada avanzaba desde el paso. Por bandera enarbolaban el turbante de Sun Jian en un asta de bambú. El enemigo gritaba insultos a aquellos en la fortaleza y los desafiaba a luchar.
—¿Quién se atreve a salir y retarle?—dijo Yuan Shao.
—Yo iré—dijo Yu She, un conocido general de Yuan Shu, dando un paso al frente.
Yu She salió a combatir. Al poco un mensajero informó de que Yu She había caído tras cruzar las armas con su enemigo apenas tres veces.
El miedo se adueñó de la asamblea. Entonces el gobernador Han Fu dijo:
—Hay un poderoso guerrero en mi ejército llamado Pan Feng, él podrá acabar con Hua Xiong.
Pan Feng recibió la orden de enfrentarse al enemigo. Montó en su caballo y salió con su gran hacha de guerra. Pero pronto llegaron terribles noticias: también el general Pan Feng había caído. Los rostros de todos los presentes palidecieron.
—¡Es una pena que mis mejores generales, Yan Liang y Wen Chou, no estén aquí!—se lamentó Yuan Shao—. Con ellos no habría nada que temer.
Aún no había terminado de hablar cuando desde el fondo de la sala se alzó una voz:
—¡Yo iré y separaré la cabeza de Hua Xiong de los hombros! Será mi ofrenda para esta asamblea.
¡Todos se dieron la vuelta para mirarle! Era alto y de larga barba, con ojos que refulgían como el ave fénix y cejas tan gruesas como gusanos de seda. La tez la tenía morena como el jujube y su voz era tan profunda que asemejaba una gran campana.
—¿Quién es él?—preguntó Yuan Shao.
—Éste es Guan Yu, hermano de sangre de Liu Bei—lo presentó Gongsun Zan.
—¿Y qué cargo ocupa?
—Arquero a caballo.
—¡Esto es un insulto!—clamó Yuan Shu—. ¿Acaso no tenemos generales entre nosotros? ¡Cómo osa un arquero a hablar así ante nosotros! ¡Expulsémoslo!
Cao Cao se adelantó con estas palabras:
—¡Cálmate, Yuan Shu! Sin duda este hombre usa grandes palabras, por lo que ha de ser valiente. Dejadle que lo intente, si falla siempre podremos castigarle.
—Hua Xiong se reirá de nosotros si enviamos un simple arquero—dijo Yuan Shao.
—Este hombre no parece una persona normal y corriente, ¿cómo podría Hua Xiong saber que es un arquero?—lo defendió Cao Cao.
—Si fracaso, puedes quedarte con mi cabeza—sentenció Guan Yu.
Cao Cao mandó a calentar vino y le ofreció una copa a Guan Yu.
—Escancia el vino—dijo Guan Yu—. Volveré enseguida.
Guan Yu salió con su arma en la mano y saltó sobre la silla de su caballo. Aquellos en la asamblea oyeron el fiero batir de los tambores y entonces se oyó un poderoso estruendo como si el cielo cayera y la tierra se alzara colapsando montañas. Y temblaron los nobles. Y mientras escuchaban con oídos atentos, pensando si salir a averiguar lo ocurrido, escucharon el sonido de las campanas de un caballo. Era Guan Yu. Arrojó a sus pies la cabeza del rival derrotado, su enemigo, Hua Xiong.
El vino todavía estaba caliente. Generaciones posteriores, escribirían un poema sobre esta hazaña:
A la hora de calmar Cielo y Tierra,
quién podría superar sus méritos.
Redoblan y redoblan los tambores
a las puertas del campamento.
Mas sin haberse hecho un nombre,
Guan Yu no podía probar el vino.
Cae la cabeza de Hua Xiong,
y el vino aún no estaba frío.
Cao Cao estaba entusiasmado.
Detrás de Liu Bei se oyó una voz que gritaba:
—Mi hermano ha acabado con Hua Xiong. ¿A qué estamos esperando? Es nuestra oportunidad para atacar el paso y destrozar a Dong Zhuo.
Una vez más Yuan Shu se mostró furioso.
—¡Con nuestros altos cargos hemos sido muy indulgentes! ¡Cómo osa aconsejarnos un simple soldado de un gobernador de condado! ¡Echádlo de aquí!
—Deberíamos recompensar a aquellos que son capaces de grandes hazañas, ¿qué importa su rango?—dijo Cao Cao.
—Ya que solo os importa un simple gobernador de condado, será mejor que me vaya—respondió airado Yuan Shu.
—¿Tantos problemas por solo una frase?—dijo Cao Cao y ordenó a Gongsun Zan llevar a los tres hermanos de vuelta al campamento.
Esa misma noche Cao Cao envió en secreto presentes de carne y vino para congratular a los tres por sus hazañas.
Pero volvamos con el derrotado ejército de Hua Xiong que, habiendo perdido a su líder, regresó al paso y envió un mensaje a la capital pidiendo refuerzos. Dong Zhuo convocó inmediatamente un consejo.
—Tras perder al general Hua Xiong—expuso Li Ru—, los rebeldes se han vuelto más peligrosos que nunca. Yuan Shao es el líder de la alianza y su tío, Yuan Wei, es el Gran Tutor. Si los disidentes en la capital conspiran con los rebeldes, nuestra situación será desastrosa. Debemos librarnos de ellos. Por ello solicito al Primer Ministro que se ponga al mando del ejército y envíe a sus soldados a capturar a Yuan Wei.
Dong Zhuo estaba de acuerdo y dio orden a sus generales, Li Jue y Guo Si, de rodear la residencia del Gran Tutor con quinientos hombres. Todos fueron ejecutados sin hacer distinciones de edad o sexo. La cabeza de Yuan Wei fue colgada como trofeo para que todos la vieran. Entonces Dong Zhuo se puso al mando de un ejército de doscientos mil hombres y lo dividió en dos grupos: Li Jue y Guo Si tomaron el mando del primero. Tenían que defender el Paso del río Si con cincuenta mil hombres. No debían combatir a menos que fuera necesario. El segundo grupo al mando del mismo Dong Zhuo se dirigió al Paso de la Trampa del Tigre[24]. Este grupo incluía a Li Ru, Lu Bu, Fan Chou y Zhang Ji junto a otros consejeros y comandantes.
El paso se encontraba a 50 li de Luoyang[25]. En cuanto llegaron, Dong Zhuo ordenó a Lu Bu que tomara 30.000 soldados y ocupara la parte exterior del paso. Dong Zhuo levantó campamento en el paso.
Un mensajero informó de estos movimientos a Yuan Shao que convocó una asamblea.
—Dong Zhuo ha acumulado tropas en el paso—dijo Cao Cao—. Está bloqueando el camino de nuestros nobles, debemos tomar la mitad de nuestros hombres y hacerle frente.
Yuan Shao envió a ocho de los grandes señores: Wang Kuang, Qiao Mao, Bao Xin, Yuan Yi, Kong Rong, Zhang Yang, Tao Qian, y Gongsun Zan en dirección al Paso de la Trampa del Tigre. Cao Cao actuaría como reserva.
Wang Kuang, gobernador de Henei, fue el primero en llegar. Rápidamente Lu Bu le salió al encuentro con tres mil jinetes acorazados. Wang Kuang desplegó a su ejército en formación de batalla, plantó su bandera en el suelo y, bajo ella, contempló a su enemigo.
Lu Bu cabalgaba al campo de batalla. Llevaba en la cabeza un adorno de oro con tres plumas de faisán. Iba vestido con ropaje de seda púrpura de Xichuan[26] con bordados de flores, sobre el cual llevaba una armadura de cota de placas unida por anillos y con la representación de la cabeza de una bestia sobre el torso. Un exquisito cinturón, con adornos de leones y reyes bárbaros, completaba la armadura. Portaba consigo a los hombros arco y flechas, sin olvidar su larga y pesada alabarda. En verdad, Lu Bu no tenía igual entre los hombres, como Liebre Roja no tenía igual entre los caballos.
Wang Kuang miró tras de sí.
—¿Quién se atreve a desafiarlo?
Uno de sus generales galopó al frente con la espada lista para la batalla. Wang Kuang vio que se trataba de Fang Yue, famoso en Henei por su valentía. Lu Bu y Fang Yue comenzaron a luchar. Apenas habían cruzado sus armas cinco veces, cuando Fang Yue fue atravesado por la alabarda de Lu Bu. Alzando su arma, Lu Bu cargó directamente contra el enemigo. El ejército de Wang Kuang fue completamente derrotado. Lu Bu mataba a todo aquel que se le cruzaba como si ni siquiera estuvieran allí. Era imparable.
Por suerte, los ejércitos de Qiao Mao y Yuan Yi llegaron a tiempo para rescatar a Wang Kuang. Fue solo entonces que Lu Bu se retiró. Tras perder tantas tropas, los tres ejércitos se retiraron 30 li[27] y levantaron campamento. Cuando llegaron los cinco ejércitos restantes, se reunieron en una asamblea. Todos estaban de acuerdo en que nadie podía hacer frente a Lu Bu.
Y mientras discutían el asunto llegó un mensajero para informar de que Lu Bu había vuelto para desafiarlos. Al unísono, los ocho nobles montaron en sus caballos y se pusieron a la cabeza de sus respectivos ejércitos. Lu Bu los observaba desde lo alto de una colina.
Con las bordadas banderas ondeando al viento, Lu Bu cargó con un grupo de caballería. Mu Shun, general a las órdenes de Zhang Yang, gobernador de Shangdang, se lanzó a su encuentro lanza en mano pero cayó al primer golpe de alabarda de Lu Bu. Todos estaban estupefactos. Entonces avanzó al galope Wu Anguo, general al servicio de Kong Rong. Wu Anguo alzó su maza de hierro lista para golpear a su rival. Lu Bu azuzó a su caballo y le salió al encuentro. Tras una larga lucha la alabarda de Lu Bu cortó la muñeca de Wu Anguo. Soltó su maza y huyó. Los ocho ejércitos avanzaron en su apoyo y Lu Bu se retiró.
Una nueva asamblea fue convocada tras el final de la lucha.
—Nadie puede hacer frente al poderoso Lu Bu—dijo Cao Cao—. Necesitamos a los dieciocho nobles para preparar una buena estratagema. Al fin y al cabo si logramos capturar a Lu Bu, acabaremos fácilmente con Dong Zhuo.
Mientras discutían qué hacer, Lu Bu vino de nuevo a desafiarlos y una vez más los ocho nobles salieron para hacer frente al desafío. Gongsun Zan se enfrentó en persona a Lu Bu con su lanza. Tras apenas cruzar sus armas Gongsun Zan huyó derrotado. Lu Bu lo persiguió montado en Liebre Roja. Liebre Roja era un caballo rápido como el viento, capaz de recorrer mil li en un solo día. Lu Bu alzó su alabarda con la espalda de Gongsun Zan como objetivo. Justo en ese momento llegó un tercer jinete con grandes ojos redondos y un poderoso bigote, armado con su Lanza Serpiente.
—¡No huyas, bastardo de tres padres[28]! —gritaba mientras cabalgaba al galope— ¡Zhang Fei de Yan está aquí!
Al ver a su oponente, Lu Bu dejó de perseguir a Gongsun Zan y se enfrentó a Zhang Fei. Zhang Fei estaba eufórico y combatió con todas sus fuerzas. Intercambiaron medio centenar de golpes y no había un claro ganador. Guan Yu vio el combate y se unió con su pesado Sable del Dragón Verde. Las tres monturas formaban una “T” y sus jinetes chocaron las armas otras treinta veces. Ni siquiera entre los dos podían derrotar a Lu Bu.
Liu Bei con ambas espadas listas para el combate, acudió en su auxilio.
Como la linterna de papel que envuelve la llama, así los tres hermanos rodearon a Lu Bu. Los ocho ejércitos contemplaban la lucha asombrados. Pero ni siquiera Lu Bu podía enfrentarse a ellos indefinidamente. Atacó con ferocidad a Liu Bei que inmediatamente se retiró, pero no era más que una finta. Lu Bu aprovechó el ángulo abierto por Liu Bei y huyó al galope mientras bajaba su alabarda.
Pero los tres hermanos no iban a permitirle escapar. Espolearon a sus caballos y lo persiguieron. Con un poderoso rugido, los ocho ejércitos los siguieron. El ejército de Lu Bu huyó hasta el paso con Guan Yu, Zhang Fei y Liu Bei como los primeros entre sus perseguidores.
Cerca estaba el aciago día. Cuando Huan y Ling ocupaban el trono, ya el ocaso de los Han era inminente. Con su gloria en declive Dong Zhuo, infame ministro, arrebataría el puesto al joven Bian. Y Xian era demasiado joven y demasiado asustadizo para cumplir sus sueños de grandeza.
Tuvo que ser Cao Cao quien hiciese la llamada a las armas con sus falsos decretos, y los grandes señores acudieron llenos de ira. Así en concilio hicieron a Yuan Shao su líder y juraron traer paz y estabilidad a la casa de Han.
Pero había un hombre, guerrero sin igual: Lu Bu de nombre, Marqués de Wen, cuya fama era conocida en todos los rincones del imperio. Ataviaba su cuerpo con una armadura plateada cual escamas de dragón, con un casco adornado con plumas de faisán. Su cinturón tenía un broche que representaba la cabeza de dos bestias de poderosas mandíbulas. Flotaba a su alrededor su ropaje bordado mientras cabalgaba por la llanura sobre un veloz corcel y la terrible alabarda brillaba a la luz del sol como si de un tranquilo lago se tratara.
¿Quién se atrevía a combatirlo? Frente a él los nobles señores temblaban de miedo. Entonces Zhang Fei, el valiente guerrero del Norte, con la lanza serpiente en su poderosa mano, aceptó el desafío. Y temblaban sus bigotes con furia, tiesos como alambre de oro mientras sus ojos brillaban con el fulgor del rayo. Ambos guerreros lucharon con denuedo pero la lucha seguía sin que hubiera un vencedor.
Al ver el combate Guan Yu fue dominado por la ira. El sable Dragón verde brillaba como la escarcha al amanecer. Avanzó con la armadura flotando como alas de mariposa, los cascos del caballo tronaban con tal estruendo que parecía que cabalgaba sobre demonios y espíritus. La ira ardía en sus ojos con un fuego que solo podía ser apagado con sangre.
Liu Bei, el héroe, se unió a la batalla con sus espadas gemelas. El mismo Cielo tembló ante la majestad de su ira. Juntos, los tres acosaron a Lu Bu en una interminable batalla.
La tierra se hizo eco de los gritos de guerra y estos llegaron hasta el cielo y las estrellas.
Agotado, Lu Bu decidió huir. Vio su campamento en las colinas a los lejos y entonces, bajando su alabarda, huyó de la batalla. Detrás dejaba su ejército banderas y armas sin número; pero agitando las riendas de plata él escapó en Liebre Roja, huyendo hasta el Paso de la Trampa del Tigre.
Los tres hermanos continuaban persiguiendo a Lu Bu, cuando de pronto vieron en lo alto del paso un parasol de seda azul oscuro. Ondeaba con el viento del oeste.
—Ése debe ser Dong Zhuo—gritó Zhang Fei—. ¿Para qué perseguir a Lu Bu? ¡Mejor acabemos con el jefe de los rebeldes y cortemos el problema de raíz!
Y espoleó su caballo en dirección al paso. Se trataba de:
Para someter una rebelión hay que derrotar al líder,
Para conseguir grandes hazañas, hace falta un hombre extraordinario.
El resultado de la batalla lo descubriremos en el próximo capítulo.
[1] En Asia Oriental aunque los emblemas han sido importantes la mayor parte de sus banderas se caracterizan por aquello que dicen, desde el apellido de la familia hasta citas de los clásicos.
[2]樂進, nombre de cortesía Wenqian 文謙
[3]李典, nombre de cortesía Mancheng, 曼成
[4] (?—172 a.C.) Fue ministro y compañero de armas de Liu Bang, fundador de la dinastía Han. Y sirvió a varios de sus descendientes hasta la muerte.
[5]夏侯惇, nombre de cortesía Yuanrang, 元讓;
[6]曹仁, nombre de cortesía: 子孝; Zixiao, niño filial.
[7]曹洪, nombre de cortesía: 子廉, Zilian
[8] Huaxia, 華夏, nombre antiguo usado para referirse a las tribus de la llanura central china, y que con el tiempo vino a simbolizar en la literatura a China y su civilización.
[9] Nombre arcaico del condado de Pingyin en la provincia de Shangdong
[10] El Capítulo 1 termina con Zhang Fei a punto de atacar a Dong Zhuo pero Liu Bei se lo impide.
[11] 83 km
[12] Antiguamente se utilizaban 5 colores (verde, rojo, blanco, negro y amarillo) para indicar con banderas las cinco direcciones: Este, Sur, Oeste, Norte y Centro. Las banderas servían para coordinar los movimientos en las batallas.
[13] Estos objetos representaban el inicio de una expedición, el hacha de guerra simbolizaba la autoridad de un alto cargo.
[14] Al untar los labios con la sangre de un animal sacrificado se mostraba resolución en un juramento.
[15] 2,07 m
[16]程普, nombre de cortesía德謀 Demou, planes virtuosos.
[17] Este tipo de lanza era muy larga, de ahí el nombre de serpiente. Era un arma típica de la caballería.
[18]黃蓋, nombre de cortesía公覆 Gongfu, respuestas al público.
[19] Arma tradicional de las artes marciales que consiste en varias secciones de hierro unidas por una cadena con una punta afilada.
[20]韓當, nombre de cortesía義公, Yigong, el que sirve al pueblo correctamente
[21] Dao (刀) sable curvo tradicional chino, de un solo filo del que deriva la katana japonesa, que se escribe con el mismo carácter chino.
[22]祖茂 nombre de cortesía大榮, Darong, gran honor.
[23] Actual Hebei, estos sables eran famosos por ser más afilados y resistentes.
[24] Hulao Pass para los jugadores de Dinasty Warriors.
[25] 21 km
[26] Nombre alternative de Yizhou, actual Sichuan.
[27] 12,5 km.
[28] Lu Bu tuvo dos padres adoptivos, Ding Yuan y Dong Zhuo, de ahí el insulto.