En el jardín Wenming, Dong Zhuo reprende a Ding Yuan
Con Liebre Roja, Li Su se gana a Lu Bu
Estas fueron las palabras de Cao Cao:
—Desde la antigüedad los eunucos han sido la causa de muchas desdichas, pero eso no es excusa para lo que tratas de hacer. Un carcelero es más que suficiente para capturar al principal culpable, ¿por qué emplear entonces semejante fuerza? Si intentas acabar con todos a la vez serás descubierto y tu plan fracasará.
—¿Acaso tienes un plan mejor?—contestó He Jin con sarcasmo[1].
—¡He Jin es el que traerá el caos y el desorden a este país!—gritó Cao Cao abandonando la reunión.
Entonces He Jin envió en secreto mensajeros a todos los rincones del imperio.
Pero volvamos a Dong Zhuo, marqués de la aldea Tai[2] y gobernador de la provincia de Xiliang[3], que había fracasado en la lucha contra los Turbantes Amarillos. Por semejante derrota la corte planeaba castigarle, pero sobornó a los diez sirvientes librándose de todo mal. Después, mediante sus contactos en la capital, consiguió el mando de un ejército de doscientos mil hombres situado en Xizhou[4]. Mas ni siquiera estos honores consiguieron volverle más leal. Así, cuando llegó el decreto su gozo no conoció límites y sin pérdida de tiempo marchó con su ejército hacia la capital. Su yerno, Líder de los gentiles de la corte, Niu Fu, quedó al cargo de la defensa de sus territorios[5]. Su poderoso ejército contaba con cuatro generales: Li Jue, Guo Si, Zhang Ji, y Fan Chou.
—Incluso aunque queramos obedecer el decreto—dijo Li Ru, consejero y yerno de Dong Zhuo—, es oscuro y lleno de vaguedades. Deberíamos enviar un memorial indicando claramente nuestras intenciones antes de proceder.
Complacido, Dong Zhuo envió una petición al emperador en los siguientes términos.
Como tus siervos, sabemos que la razón del caos en el país es la actuación de Zhang Rang y su calaña en contra de las leyes naturales. Se dice que es mejor apagar el fuego antes de que hierva la sopa que simplemente apartar el plato y que es mejor cortar un absceso, por muy doloroso que sea, que dejar que se infecte. Así, y con vuestro permiso, partimos a la capital haciendo sonar tambores de guerra para así barrer del mundo a Zhang Rang y sus cohortes. ¡Que la prosperidad reine en la nación y el mundo!
He Jin enseñó el memorial a sus ministros.
—Dong Zhuo es un lobo y un chacal—dijo el ministro Zheng Tai—. Y si entra en la capital devorará al pueblo.
—Con tantas dudas—le contestó He Jin—, jamás conseguiría llevar a cabo mis grandes planes.
Pero Lu Zhi también intervino.
—Conozco de sobra a ese hombre, su rostro es amable, pero tiene corazón de lobo. Una vez que entre en la capital, solo la catástrofe nos espera.
Pero He Jin era obstinado, Zheng Tai y Lu Zhi renunciaron a sus cargos y se marcharon, y junto a ellos más de la mitad de los ministros de la corte. He Jin envió un mensajero para dar la bienvenida a Dong Zhuo en Mianchi[6], donde detuvo su Ejército.
—Este es un complot de He Jin—dijo Zhang Rang a sus eunucos al enterarse de la llegada del ejército—. Tenemos que adelantarnos a sus movimientos o será nuestro fin.
Con estas intenciones ocultaron cincuenta soldados tras la Puerta de la Gran Virtud, en el Palacio de la Eterna Alegría[7] donde vivía la emperatriz He. Entonces entraron para hablar con ella.
—El Supremo Comandante ha convocado un ejército a la capital para destruirnos—dijeron los eunucos—. Se lo rogamos, emperatriz, ¡tenga piedad de nosotros!
—Id a los aposentos del Comandante y arrepentíos de vuestros excesos—les contestó la Emperatriz Viuda.
—Si vamos allí seguro que nos cortará en pedazos—contestó Zhang Rang—. Nos gustaría que lo llamaseis a palacio y le ordenéis detenerse. Si no accede, nos arrodillaremos ante vos y solicitaremos nuestra muerte.
La emperatriz hizo llamar a su hermano y camino de palacio se encontraba He Jin, cuando Chen Lin, Gran Secretario[8], le advirtió:
—Los eunucos están sin duda detrás de la petición de la emperatriz. Ir es una llamada al desastre.
—Es la emperatriz quien me ha llamado, ¿qué hay que temer? —respondió He Jin.
—Nuestro plan ya no es un secreto—dijo Yuan Shao—. ¿Estás seguro de querer entrar en palacio?
—¡Que los eunucos salgan primero! —aseveró Cao Cao.
—Parecéis niños asustadizos—sonrió He Jin—. Todo el imperio se encuentra a mis órdenes en este momento, ¿qué pueden hacer unos eunucos?
—Déjanos entonces acompañarte con una escolta bien armada—dijo Yuan Shao finalmente—. Toda precaución es poca.
Yuan Shao y Cao Cao escogieron a quinientos de sus mejores hombres y pusieron al hermano menor de Yuan Shao, Yuan Shu, al mando de la escolta. Yuan Shu, con su armadura completa, situó a sus soldados frente a la puerta del Palacio de la Eterna Alegría. Mientras, Yuan Shao y Cao Cao, las espadas desenvainadas, escoltaron a He Jin al palacio.
Pero la emperatriz solo había convocado a He Jin, y Yuan Shao junto a Cao Cao y el resto de la escolta tuvieron que esperar en el exterior del palacio. Sin inmutarse por ello, He Jin entró. Zhang Rang y Duan Gui lo esperaban en la Puerta de la Gran Virtud.
—¿Qué crímenes había cometido la emperatriz Dong para merecer ser envenenada? —le amonestó Zhang Rang con voz áspera—. ¡Ni siquiera te molestaste en atender a sus funerales, fingiéndote enfermo! Tú y tu familia no seríais nada de no ser por nosotros, y ahora planeas nuestra destrucción. Dices que nuestros actos son sucios, ¿acaso son los tuyos más limpios?
He Jin, presa del pánico, trató de escapar, pero todas las puertas estaban cerradas. Al unísono, los soldados salieron de su escondite y cortaron la cabeza de He Jin. Las generaciones posteriores lamentarían el incidente con este poema:
Cuando el mandato de Han llega a su fin,
ni siquiera su inmenso poder lo volvería un gran estratega,
Y no escuchando a su ministro más afín,
en palacio ha de encontrarse con la fría daga. [9]
Así murió He Jin. Al ver Yuan Shao que no aparecía, gritó en voz alta:
—¡Mi Comandante, el carruaje espera!
La cabeza de He Jin, tirada desde el otro lado del muro, fue la única respuesta.
—¡He Jin era un traidor y ha sido ejecutado por sus crímenes! —leyeron en un decreto los eunucos en voz alta—. Sus seguidores serán perdonados.
—¡Han matado al Gran Ministro! —clamó Yuan Shao—. Acabemos con los eunucos, ¡quién está conmigo!
Uno de los generales de He Jin, Wu Kuang, prendió fuego a la puerta. Yuan Shao junto a sus hombres asaltó el palacio, matando a todos los eunucos con los que se encontraba, sin importar rango o edad. Yuan Shao y Cao Cao también lucharon hasta conseguir entrar. Zhao Zhong, Cheng Kuang, Xia Yun y Guo Sheng trataron de huir por la Puerta de la Cadena Azul[10], donde fueron desmembrados. El fuego se extendía y las llamas llegaban hasta el mismo cielo.
Otros cuatro de los diez sirvientes, Zhang Rang, Duan Gui, Cao Jie, y Hou Lan, irrumpieron en los aposentos imperiales y se llevaron a la Emperatriz Viuda, el Emperador Bian, y el Príncipe Xian de Chenliu al Palacio del Norte.
Lu Zhi, que había renunciado a su cargo pero no tuvo tiempo para partir, al escuchar el griterío cogió su armadura y una lanza y se preparó para la lucha. A lo lejos vio a Duan Gui, llevándose a la emperatriz.
—¡Traidor! —gritó—. ¡Cómo osas secuestrar a la Emperatriz Viuda!
El eunuco huyó y la emperatriz saltó por una ventana, donde Lu Zhi acudió inmediatamente a su rescate.
El general Wu Kuang abrió a sangre y fuego su camino hasta el interior de palacio donde se encontró con He Miao, armado con una espada.
—¡Tú también conspiraste para matar a He Jin! —le acusó el general—.¡Matémosle junto a los demás!
—¡Acabemos con el que ha traicionado a su propio hermano!—le secundaron todos.
He Miao trató de escapar, pero estaba completamente rodeado. Fue cortado en pedazos. Yuan Shao ordenó a sus soldados acabar con las familias de los diez sirvientes. Todos fueron exterminados, grandes y pequeños. En la confusión, muchos hombres sin barba fueron asesinados por error.
Cao Cao trataba de controlar el incendio. Pidió a la Emperatriz Viuda He que se hiciese cargo del gobierno temporalmente y envió a sus soldados en busca de Zhang Rang y sus hombres, así como para rescatar al joven emperador.
Pero volvamos con Zhang Rang y Duan Gui, que retenían al emperador y al príncipe de Chenliu. Tras una dura lucha consiguieron escapar a través del humo y las llamas, y en plena noche se apresuraron en dirección al Monte Mang[11]. Alrededor de la medianoche escucharon un estruendo detrás de ellos. Aparecieron hombres y caballos, a cuyo frente estaba Min Gong, asistente del gobernador de Henan.
—¡Deteneos, Traidores! —gritaba.
Zhang Rang, al ver la situación desesperada, se arrojó al río. El emperador y el príncipe, ignorantes del significado de los hechos, se ocultaron tras los arbustos que había a orillas del río. Los soldados buscaron en todas partes sin saber qué había sido del emperador.
Y así, escondidos permanecieron hasta bien avanzada la noche. El frío rocío comenzaba a cubrirlo todo y el hambre los acuciaba. Abrazados, comenzaron a llorar en silencio temerosos de ser descubiertos.
—No podemos permanecer aquí por mucho tiempo—dijo el príncipe Xian—. Debemos salir de aquí.
Los dos niños ataron sus ropas y treparon por la orilla del río. Estaba lleno de espinos y no eran capaces de ver su camino en la oscuridad. Desesperados, estaban a punto de abandonar cuando aparecieron cientos de luciérnagas que iluminaron la zona. Volaban alrededor en círculos alrededor del emperador.
—¡El Cielo ayuda a mi hermano! —exclamó el príncipe de Chenliu.
Siguieron la luz de las luciérnagas hasta un camino por el que anduvieron hasta casi el amanecer, cuando sus pies estaban tan doloridos que no podían avanzar. Pero delante de ellos, en una colina, había un almiar y a él se dirigirieron. En frente de la paja, había una granja. Su dueño estaba soñando que dos soles rojos aterrizaban en su propiedad y se levantó inmediatamente para vestirse y comprobar los alrededores. Entonces vio una luz carmesí que provenía del almiar. Rápidamente se dirigió hacia allí, donde tumbados en la paja encontró a los dos jóvenes.
—¿A qué familia pertenecéis? —preguntó el hombre.
El emperador no se atrevió a responder pero su compañero lo señaló y dijo:
—Él es el emperador y yo su hermano menor, príncipe de Chenliu. Hubo una revolución en palacio y tuvimos que huir.
Sorprendido, el granjero se postró.
—Mi nombre es Cui Yi, hermano menor de Cui Lie, antiguo Ministro del interior. Su cargo fue vilipendiado por los diez sirvientes, que temían sus numerosos talentos, por lo que renunció y nos ocultamos aquí.
Y escoltó al emperador hasta su granja, donde trajo vino y comida y volvió a postrarse ante ellos.
Pero volvamos con Min Gong, que había capturado a Duan Gui.
—¿Dónde está el Hijo del Cielo? —preguntó Ming Gong.
—Nos separamos, no sé donde está.
Min Gong mató a Duan Gui y ató su cabeza sangrante al cuello de su caballo. Envió entonces a sus tropas a buscar al emperador por todos los rincones. Él mismo participó en la búsqueda montado en su caballo.
—La nación no puede estar sin su gobernante por un solo día—dijo Min Gong—. Vuelva su majestad a la capital, por favor.
No había más que un caballo marchito en la granja y lo prepararon para el emperador, mientras el joven príncipe cabalgaba con Min Gong. Apenas habían cabalgado tres li cuando se encontraron un imponente grupo de hombres y caballos que trajeron el carruaje del emperador. Estaban Wang Yun, ministro del interior; Yang Biao, Gran Comandante; Chunyu Qiong, Capitán del ejército de la izquierda; Zhao Meng, Capitán del ejército de la derecha; Bao Xin, Capitán del ejército de la retaguardia; y Yuan Shao, Capitán del ejército del centro. Gobernante y gobernados igual, todos lloraron al encontrarse.
Un mensajero fue enviado a la capital para exponer la cabeza de Duan Gui y el emperador y el Príncipe de Chenliu recibieron mejores monturas. Así, el emperador y su escolta emprendieron el camino a Luoyang donde un niño cantaba como si de un augurio se tratase:
Aún con el emperador sin imperio, y el rey sin reino[12],
cientos de caballos cabalgaban hacia el Monte Mang.
No había avanzado mucho la comitiva cuando apareció ante ellos un vasto ejército. Sus banderas ocultaban el sol y el polvo de hombres y caballos se extendía a los cielos. Los oficiales se tornaron pálidos y el emperador también estaba alarmado. Yuan Shao avanzó con su caballo y preguntó:
—¿Quién eres?
Tras las sombras de las banderas, un general apareció diciendo:
—¿Dónde está el emperador?
El emperador estaba demasiado asustado para responder, pero el príncipe de Chenliu se puso al frente en su montura.
—¿Quién osa preguntarlo? —gritó.
—El gobernador de la provincia de Xiliang, mi nombre es Dong Zhuo.
—¿Has venido a proteger la carroza imperial o a robarla? —preguntó el príncipe.
—A protegerla—respondió Dong Zhuo.
—Si es así, aquí está el Hijo del Cielo—dijo el príncipe—. ¿Por qué no desmontas?
Dong Zhuo bajó del caballo rápidamente y prestó obediencia en el lado izquierdo del camino. Entonces, el príncipe le habló a Dong Zhuo con palabras reconciliatorias, tan llenas de gracia de la primera a la última que el corazón de Dong Zhuo se llenó secretamente de admiración. Y fue entonces cuando por primera vez pensó en hacer abdicar al emperador a favor del príncipe de Chenliu.
Ese mismo día volvieron a la capital y tuvieron un conmovedor encuentro con la Emperatriz Viuda He. Pero tras restaurar el orden en Palacio, el Sello Hereditario Imperial[13] no pudo ser hallado.
Mientras tanto, Dong Zhuo había acampado con su ejército junto a las murallas de la capital y cada día entraba en la ciudad con su caballería pesada sembrando el pánico entre la población. Sin tener en cuenta las normas de etiqueta, entraba y salía de Palacio a su antojo. Bao Xin, Capitán del ejército de la retaguardia, buscó a Yuan Shao para advertirle que Dong Zhuo planeaba algo y debía ser eliminado.
—Nada puede hacerse hasta que el gobierno vuelva a estar asentado—respondió Yuan Shao.
Con las mismas inquietudes, Bao Xin acudió al Ministro del interior Wang Yun.
—Discutiremos esto más adelante—fue su respuesta.
Sin decir más, Bao Xin abandonó la capital y se dirigió al Monte Tai con el grueso del ejército.
Dong Zhuo indujo a los soldados que habían estado a las órdenes del hermano de He Jin a unirse a sus fuerzas. En privado habló con Li Ru, expresándole su deseo de deponer al Emperador y poner en su lugar al Príncipe de Chenliu.
—El gobierno carece de líderes—dijo Li Ru—. No hay mejor momento para llevar a cabo tus designios, pero retrásate y todo fracasará. Mañana mismo convoca a todos los ministros en el jardín del calor y la luz, y proclama el fin del emperador. Ejecuta a todos los que se opongan y no habrá quien te detenga.
Dong Zhuo estaba complacido.
Al día siguiente, organizó un banquete con numerosos invitados. Los ministros, temerosos, no se atrevieron a rechazar la invitación. El mismo Dong Zhuo fue el último en aparecer, desmontó de su caballo a las puertas del jardín y entró con su espada dispuesta. Tras varias rondas de vino, Dong Zhuo ordenó dejar de servir y comenzó a hablar:
—¡Silencio! Tengo algo que decir.
Todos se inclinaron a escuchar.
—El Emperador es el gobernante de todo el pueblo. Si su comportamiento no es digno, no puede considerarse heredero del mandato ancestral. El actual emperador es débil, mientras que el príncipe de Chenliu es inteligente y ama el conocimiento. Está perfectamente preparado para ascender al trono y como tal, es mi deseo deponer al emperador e instaurar al príncipe en su lugar. ¿Qué opináis?
Todos escucharon en completo silencio sin atreverse a disentir. Todos salvo uno; de pronto uno de los invitados tiró su mesa y se levantó, gritando:
—¡No! ¡No! ¿Quién eres tú para decir semejantes palabras? El Emperador es hijo del anterior emperador y no ha hecho ningún mal. ¿Por qué debería ser depuesto entonces? Qué eres, ¿un rebelde?
El que hablaba no era otro que Ding Yuan, gobernador de Bingzhou. Dong Zhuo lo fulminó con la mirada.
—¡Aquellos que obedezcan vivirán, los que se opongan morirán!—dijo desenvainando.
Mas Li Ru, observador, vio como un imponente hombre de digno porte se posicionaba tras Ding Yuan y cogía su alabarda amenazante; los ojos ardientes de ira.
—No deberíamos tratar semejantes asuntos en un banquete—se interpuso Li Ru—. Mañana, en la sala de audiencias, habrá tiempo de sobra para discutir los asuntos de estado.
Ding Yuan, persuadido por el resto de invitados, partió en su caballo.
—¿Acaso no son razonables y justas mis palabras? —preguntó a los ministros Dong Zhuo una vez que se hubo ido.
—Me temo que su excelencia ha caído en el error—dijo Lu Zhi—. En tiempos remotos, cuando el emperador Tai Jia[14] despreció el camino de la sabiduría, Yi Yin[15] lo exilió al palacio de la Paunonia[16]. El príncipe de Changyi[17] tan sólo se sentó en el trono durante veintisiete días, pero cometió más de tres mil faltas imperdonables, por eso Huo Guang lo depuso en una ceremonia en el templo ancestral[18]. Sin embargo, y aunque nuestro actual emperador es joven, no deja de comportarse con sabiduría, inteligencia y benevolencia. No ha cometido una sola falta. Su excelencia es un gobernador provincial, sin experiencia en asuntos de estado, y sin las extraordinarias aptitudes de Yi Yin y Huo Guang[19]. ¿Cómo osa entonces imponernos su voluntad? Un hombre sabio dijo: “Sólo con la voluntad de Yi Yin puede uno actuar como él; si no, no es más que rebelión”.
Dong Zhuo desenvainó furioso y habría acabado con el atrevido Lu Zhi, de no intervenir el Consejero de la Corte, Peng Bo con estas palabras:
—El ministro Lu Zhi es el centro de todas las esperanzas del pueblo. Mátalo y propagarás el terror por todo el país.
Dong Zhuo se detuvo.
—Después de beber vino—dijo el Ministro del Interior Wang Yun—, no deberíamos discutir asuntos tan importantes como la deposición de un emperador. Será mejor que continuemos mañana.
Los invitados comenzaron a retirarse. Dong Zhuo permaneció en la puerta de los jardines, viéndolos partir espada en mano. De pronto, vio a un hombre que cabalgaba arriba y abajo con una alabarda en la mano.
—¿Quién es ese jinete de aspecto tan fiero? —le preguntó a Li Ru.
—Lu Bu[20] es su nombre—contestó Li Ru—. Es el hijo adoptivo de Ding Yuan. Su excelencia haría mejor en mantenerse apartado de él
Dong Zhuo se alejó de la puerta para no ser visto.
Al día siguiente, Ding Yuan reunió un ejército en el exterior de la ciudad y desafió a Dong Zhuo. Éste, furioso, aceptó el desafío y en compañía de Li Ru dirigió su ejército a la batalla. Ambos ejércitos se mostraban imponentes, pero todas las miradas se encontraban en Lu Bu. Iba ataviado con un casco de oro y seda trenzados, con largas plumas de faisán a sus lados. Su armadura, de cuerpo entero, estaba hecha a semejanza del tangni, el legendario animal conocido por su ferocidad. Completaba su atuendo un cinturón, grabado con imágenes de leones y reyes bárbaros. Galopaba al frente con su alabarda, escoltando a Ding Yuan.
—Infeliz sin duda era este país a consecuencia de las malas artes de los eunucos—amonestó Ding Yuan señalando a Dong Zhuo—. Y todo el pueblo sufría. Pero ahora tú, sin mérito alguno, tratas de deponer al legítimo emperador. ¿Cómo osas rebelarte y traer el desorden a la corte?
Antes de que Dong Zhuo llegara a responder, Lu Bu cargó a todo galope. Dong Zhuo huyó presa del pánico mientras Ding Yuan, aprovechándose de la confusión, atacaba con la totalidad de su ejército. La derrota de Dong Zhuo fue completa y tuvo que retirarse treinta li[21] antes de levantar campamento. Allí, convocó a sus generales a una asamblea.
—Lu Bu es extraordinario—dijo Dong Zhuo—. Si estuviese de mi lado, ¿quién en el mundo se atrevería a resistirse a mis designios?
Inmediatamente un hombre avanzó.
—Líbrese de preocupaciones, su excelencia—dijo él—. Soy compatriota suyo y lo conozco bien. Es valiente sin duda, pero poco astuto; abandonará sus principios si ve alguna ventaja en ello. Mi lengua es afilada y puede convencer con facilidad a Lu Bu de que luche a vuestro lado.
Dong Zhuo, complacido, miró con admiración al desconocido. Se trataba de Li Su, capitán de la guardia personal del emperador.
—¿Cómo lograrás convencerlo? —preguntó Dong Zhuo.
—Es de sobras conocido que su excelencia posee un corcel sin parangón llamado Liebre Roja, capaz de recorrer mil li[22] en un solo día. Deme ese caballo, junto con oro y perlas para que me gane su corazón. Sin duda Lu Bu traicionará a Ding Yuan y se pondrá a vuestro servicio.
Dong Zhuo pidió su opinión a su consejero Li Ru.
—Si es el deseo de su excelencia conquistar el mundo, ¿qué importa un caballo?
Dong Zhuo preparó el caballo junto con un de millar taels[23] en oro, 10 perlas de la mejor calidad y un cinturón de jade.
Cuando Li Su llegó con los regalos, varios soldados lo rodearon.
—Informad al general Lu Bu de que un viejo amigo ha venido a visitarle—les dijo.
Los soldados avisaron a Lu Bu y Li Su fue admitido en el campamento.
—Mi joven amigo—dijo Li Su observándolo—. Parece que los años te han tratado bien.
—Ha pasado mucho tiempo—contestó Lu Bu devolviendo el saludo—. Dime, ¿a qué te dedicas en estos días?
—Soy capitán de la guardia imperial—contestó Li Su—. Cuando me enteré de que habías venido al rescate del imperio, me sentí muy feliz. Tengo conmigo un extraordinario corcel, capaz de recorrer mil li en un sólo día y cruzar ríos y montañas como si de llanuras se tratara. Su nombre es Liebre Roja. He venido especialmente para traértelo, pues tu valor se merece un caballo como este.
Lu Bu hizo traer el caballo. Era de un color uniforme, rojo como tizones ardiendo, sin un solo pelo de otro color. De la cabeza a la cola medía un zhang[24] y ocho chi[25] de pezuñas a cuello. Relinchó y bramó con potencia, y por un momento pareció capaz de atravesar a galope nubes y océanos. Generaciones posteriores compusieron un poema dedicado a Liebre Roja:
Un millar de li cabalga y el polvo a su alrededor en nubes levanta,
Partiendo la malva niebla mientras montañas y ríos cruza.
Menea la brida de jade y las riendas de seda se rompen,
Pues el dragón flameante del noveno cielo regresa[26].
—¿Cómo puedo pagarte por semejante criatura? —agradeció Lu Bu tras observar al caballo con deleite.
—¿Qué pago he de esperar? —contestó Li Su—. Si estoy aquí es solo porque es lo correcto.
Lu Bu sirvió vino a su invitado, y juntos festejaron, hasta que Li Su, ligeramente embriagado dijo:
—Tú y yo no nos encontramos muy a menudo, pero a tu honorable padre lo veo con frecuencia.
—¡Estás borracho! Mi padre lleva años muerto.
—No, no—respondió Li Su—. Hablaba de Ding Yuan, el gobernador.
—Le sirvo porque no tengo otro remedio—contestó Lu Bu tímidamente.
—Lu Bu—dijo Li Su con seria cortesía—, tus virtudes claman al cielo y atraviesan océanos. ¿Quién en este mundo no iba a admirarte? Fama y riquezas son tuyos por derecho y aún así osas decir semejantes palabras.
—Si algo lamento es no tener un verdadero señor al que servir—dijo Lu Bu.
—El pájaro agudo escoge en qué árbol anidar; el hombre de talento, escoge a qué amo servir. Aprovecha la oportunidad cuando esta llegue, o puede que sea demasiado tarde.
—Tú sirves a la corte imperial, ¿quién es el héroe de este mundo? —preguntó Lu Bu.
—De entre todos los ministros, ninguno puede compararse a Dong Zhuo. Respeta sabiduría y conocimiento; recompensa y castiga según el mérito. Sin duda será capaz de grandes hazañas.
—Es mi deseo servirle—dijo Lu Bu—. Pero me temo que es imposible.
Entonces Li Su mostró las perlas, el oro y el cinturón de jade y los depositó ante Lu Bu.
—¿Qué significa todo esto? —preguntó atónito.
Li Su ordenó retirarse a todos los sirvientes.
—Dong Zhuo admira tu valentía, y ha ordenado que estos presentes te sean entregados. Liebre Roja también proviene de él.
—¿Pero cómo podré pagar jamás semejante amabilidad? —preguntó Lu Bu.
—Si un hombre sin talento alguno como yo ha llegado a Capitán de la guardia imperial, no me puedo imaginar las recompensas que te esperan si te pones a su servicio.
—Pero por desgracia—dijo Lu Bu—, no he hecho nada que pueda ser ofrecido a un benefactor como él.
—Hay un servicio que puedes ofrecerle, muy fácil de realizar, pero no creo que estés dispuesto.
Lu Bu meditó en silencio y, tras una larga pausa, dijo:
—Puedo matar a Ding Yuan y entregarle su ejército a Dong Zhuo. ¿No sería eso suficiente?
—¡No puedes ofrecerle mayor servicio! —respondió Li Su—Pero si vas a hacerlo, será mejor que te decidas rápido, antes de que sea demasiado tarde.
Y Lu Bu prometió a su amigo que al día siguiente todo sería cumplido, por lo que Li Su se retiró. Aquella noche en el segundo toque[27], Lu Bu entró en la tienda de Ding Yuan espada en mano. Él, que estaba leyendo a la luz de una vela, al ver a Lu Bu que llegaba dijo:
—Hijo, ¿qué percance te trae aquí?
—Soy un hombre diestro y adulto, ¡cómo voy a consentir ser tu hijo! —contestó Lu Bu.
—Lu Bu, ¿por qué este cambio en tu corazón?
Lu Bu avanzó con su espada y cortó la cabeza de Ding Yuan de un solo golpe.
—¡Guardia! —gritó Lu Bu—Ding Yuan era un tirano, y por eso lo he matado. Los que quieran seguirme que se queden. Los que no sois libres de partir.
La mitad de los soldados huyeron.
Al día siguiente, con la cabeza de Ding Yuan como tributo, Lu Bu fue a ver a Li Su que lo condujo ante Dong Zhuo. Dong Zhuo lo recibió con deleite y sirvió vino a su invitado. Entonces se inclinó con respeto y dijo:
—Conseguir un general como tú, es sentirse como un campo reseco sobre el que por fin cae la dulce lluvia.
Lu Bu se sentó a su vez y se prostró ante su invitado con estas palabras:
—Si me aceptas, quiero que seas mi nuevo padre.
Dong Zhuo le entregó como regalos una armadura de cuerpo entero, junto con ropajes de brocado. Juntos bebieron alegremente y después se separaron.
Tras estos acontecimientos, el prestigio de Dong Zhuo se hizo aún más fuerte, y se invistió a sí mismo con el título de General del ejército de vanguardia[28]. Su hermano, Dong Min, recibió los títulos de Marqués del condado de Hu[29] y General del flanco izquierdo. Lu Bu fue ascendido a Capitán de la caballería, poniéndole también al cargo del distrito de la capital. Li Ru urgió a Dong Zhuo a completar su plan de derrocar al emperador. El ahora todo poderoso Dong Zhuo preparó un banquete en palacio al que invitó a todos los altos cargos del gobierno. Ordenó también a Lu Bu desplegar una guardia de un millar de soldados a derecha e izquierda.
Aquel día, todos los altos mandatarios estaban presentes, incluyendo al Gran Tutor[30], Yuan Wei[31]. Bebieron y festejaron hasta que Dong Zhuo desenvainó su espada y dijo:
—El emperador es débil e ignorante. No es digno de realizar las ofrendas en el ancestral templo imperial. Siguiendo los precedentes de Yi Yin y Huo Guang, voy a rebajarlo a Príncipe de Hongnong y le daré el título de emperador al Príncipe de Chenliu. ¡Todo aquel que se oponga a mis designios será ejecutado!
El miedo se adueñó de los ministros y nadie se atrevió a hablar. Solo Yuan Shao, Capitán del ejército del centro, se atrevió a levantarse.
—El emperador está libre de toda falta y solo ha ejercido el poder durante un corto período de tiempo. ¿Y ahora tratas de deponer al hijo de una emperatriz por el de una concubina? ¡Eso se llama traición y nada más!
—¡Controlo todo bajo el cielo! —gritó Dong Zhuo—. ¿Quién crees que se atreverá a oponerse a mis designios? ¿O acaso crees que mi espada carece de filo?
—¡Si crees que tu espada está afilada espera a probar la mía!
Ambos se pusieron en guardia.
Ding Yuan defendió la justicia y su cuerpo fue el primero en ser enterrado, Yuan Shao se enzarza en una lucha hasta el final y su poder está en peligro.
¿Cuál fue el destino de Yuan Shao? La respuesta en el próximo capítulo.
[1] Al parecer el sarcasmo de He Jin se debe al hecho de que la familia de Cao Cao está bajo la protección de los eunucos, así al menos lo interpreta la serie china de 1994.
[2] Actual condado de Wuwong en la provincia de Shaanxi.
[3] En la actual provincia de Gansu.
[4] Otro nombre para Liangzhou, una de las nueve provincias en las que tradicionalmente estaba dividida China.
[5]Literalmente Shaanxi. Ésta es una provincia actual de China, vecina a la provincia de Gansu y seguramente bajo el control de Dong Zhuo.
[6] Provincia de Henan.
[7] Palacio Changle長樂宮, Changlegong, no confundir con el más famoso de la ciudad de Changan con el mismo nombre.
[8] La traducción literal de este título sería “Jefe del Registro”; 主簿 zhubu.
[9] La traducción más literal sería: Con la casa de Han en peligro y su mandato tocando a su fin, He Jin carece de estrategia a pesar de tener el poder de los tres ministros. Al no escuchar a sus ministros leales, era inevitable la afilada espada dentro de Palacio.
[10]青瑣門, Qingsuo Men, debe su nombre a que estaba decorada con remolinos unidos que semejaban una cadena.
[11] Al norte de Luoyang
[12] La canción hace referencia a la falta de poder real tanto del emperador como del príncipe de Chenliu, que posee el título de rey (陳留王) en el texto original.
[13] 傳國玉璽 chuanguo yuxi, literalmente el hereditario sello de jade imperial, fue creado a partir de un famoso trozo de jade en el 221 a.C. en la época del Primer Emperador (dinastía Qin). El jade del que fue construido, pertenecía al reino de Zhao. Al desaparecer la dinastía Qin el sello fue visto como un símbolo de legitimidad y pasó de dinastía en dinastía hasta que finalmente fue perdido en algún momento del siglo X al desaparecer la dinastía Tang.
[14] Dinastía Shang (1766-1222 a.C.)
[15] Ministro del rey Tang, fundador de la dinastía Shang. Sirvió al hijo del rey Tang, pero depuso a su nieto por sus numerosas faltas. Devolviéndole el trono tres años después, al convertirse en un modelo de conducta.
[16] Nombre de la legendaria tumba del rey Tang.
[17] Emperador de la dinastía Han durante 27 días (74 a.C.). Su primer acto como emperador, y también su primera falta, fue festejar en el palacio imperial, dejando el cadáver de su predecesor sin velar. Se dice que tantas fueron sus faltas que hasta su madre ayudó a deponerlo.
[18] La tablilla con su nombre fue retirada del palacio ancestral.
[19] (?-68 a.C.) Fue ministro de uno de los hijos del emperador Wu, conocido como uno de los más grandes emperadores de China.
[20] 呂布, de nombre de cortesía Fengxian (奉先) el que da ofrendas a sus ancestros
[21] 15 km.
[22] Aproximadamente 450 km.
[23] 14 kg.
[24] 2,3 m.
[25] 1,8 m.
[26] El más elevado de los cielos.
[27] Entre las 9-11 de la noche.
[28]前將軍, jiangjun
[29] Provincia de Shaanxi
[30]太傅 (tàifù) Importante cargo de la administración Han.
[31] Tío de Yuan Shao