Capítulo 8

Capítulo 8

 

Wang Yun prepara las estratagemas encadenadas

Dong Zhuo se enfurece en el Pabellón del Fénix

a-diaochan

 Diao Chan en Dynasty Warriors 6

Éstas fueron las palabras de Kuai Liang:

—Sun Jian está muerto y sus hijos aún son jóvenes. Aprovecha que ahora son débiles y Changsha será tuyo con un batir de tambores. Si devuelves el cuerpo y acuerdas la paz, tendrán tiempo de recuperar su fuerza, lo que sería un desastre para Jingzhou.

—¿Cómo podría abandonar a Huang Zu?—respondió Liu Biao.

—¿Por qué no sacrificar a un guerrero despistado a cambio de una región?

—Porque él es mi amigo y sería inmoral abandonarlo.

Con estas palabras, Liu Biao permitió a Huan Jie regresar a su campamento con el acuerdo de intercambiar el cuerpo de Sun Jian por Huang Zu.

Tras entregar a Huang Zu y tomar posesión del féretro de su padre, Sun Ce cesó las hostilidades y regresó a la orilla oriental del Yangtzé. Enterró a su padre en la llanura de Que. Cuando terminó la ceremonia, dirigió su ejército a Jiangdu. Allí, invitó a hombres de sabiduría y valor a su lado, y se dedicó con humildad al servicio de los demás. Poco a poco se le unieron los mejores hombres de toda la zona. Y esto es más que suficiente por ahora.

Así que volvamos con Dong Zhuo que se encontraba en Changan. Al enterarse de la muerte de Sun Jian dijo:

—¡Me he librado de una espina en el corazón!

Entonces preguntó qué edad tenía su hijo, y cuando alguien le contestó que 17, dejó de considerarlo una amenaza.

Desde entonces se volvió aún más arrogante. Se confirió el título de “Rector Imperial”, y su comportamiento imitaba al del Hijo del Cielo. Nombró a Dong Min, su hermano menor, Comandante del ejército del flanco izquierdo y Marqués del condado de Hu. Puso a Dong Huang al mando de la Guardia de Palacio, y todos los miembros de su clan, grandes o pequeños, recibieron el título de marqués. A 250 li[1] de la capital ordenó la construcción de Meiwo y empleó para ello a 250.000 trabajadores. Sus muros rivalizaban con los de Changan y dentro de los mismos se erigieron palacios y almacenes con grano acumulado para veinte años. Escogió 800 jóvenes de ambos sexos para que vivieran allí. Los tesoros acumulados eran incontables. Allí residía toda su familia.

Una o dos veces al mes Dong Zhuo visitaba su ciudad y todos los ministros lo despedían desde la puerta noroeste.

A menudo Dong Zhuo levantaba una tienda junto al camino e invitaba a los ministros. Un día, Dong Zhuo organizó un banquete junto a la puerta noroeste. Mientras festejaban llegaron cientos de soldados con la intención de rendirse. Dong Zhuo ordenó que los trajesen ante él. A algunos les cortaron manos y pies, otros perdieron los ojos o la lengua. Los menos afortunados fueron sumergidos en grandes calderos de agua hirviendo. Los gemidos y los gritos de agonía sacudieron el mismo cielo y todos los miembros de la corte temblaron de puro miedo. Pero Dong Zhuo continuó bebiendo, comiendo y charlando como si nada ocurriera.

No mucho después Dong Zhuo se reunió con todos los oficiales de la capital. Éstos estaban sentados en dos filas según su rango. Después de varios brindis, Lu Bu entró a zancadas y susurró unas palabras al oído de su señor.

—Así que así están las cosas—dijo Dong Zhuo sonriendo.

Entonces ordenó a Lu Bu que se llevara al ministro Zhang Wen. Todos los oficiales estaban pálidos. Al poco tiempo entró un sirviente con la cabeza del ministro en un plato rojo. Los oficiales estaban tan asustados que por poco saltan fuera de su piel. Dong Zhuo continuaba sonriendo.

—No temáis. Zhang Wen conspiraba con Yuan Shu. Yuan Shu le había enviado una carta pero cayó por error en las manos de mi hijo, Lu Bu. Vosotros sois inocentes así que no tenéis nada que temer.

Los oficiales se retiraron. Uno de ellos, el Ministro del Interior Wang Yun, volvió a su palacio pensativo. Cuando recordaba lo que había pasado en la corte aquel día, le dominaban los nervios y no podía permanecer de pie. En mitad de la noche, a la luz de la luna, cogió su bastón y se dirigió a su jardín. Allí, junto al enrejado de frambuesas, miró al cielo y las lágrimas inundaron sus ojos. De pronto escuchó un murmullo de suspiros y lamentos en el jardín de las peonías. Wang Yun se dirigió hacia allí sigilosamente y vio que era una de sus danzarinas, de nombre Diao Chan. Ella había entrado a su servicio cuando era una niña y había aprendido las artes del canto y la danza. Tenía 28 años y era atractiva y llena de gracia. Wang Yun la trataba como a su propia hija. Después de escucharla por un tiempo, Wang Yun la llamó enfurecido:

—¡Estás teniendo relaciones ilícitas con otro hombre, maldita pécora!

—¿Cómo podría tener una aventura?—se defendió ella cayendo sobre sus rodillas.

—Si no es así, ¿por qué te lamentas en la oscuridad?

—Permítame hablar con el corazón.

—Cuéntamelo todo sin omitir ni una palabra—respondió Wang Yun.

—No soy digna de estar a vuestro servicio—comenzó Diao Chan—. De no ser por su patronazgo, no sabría cantar ni bailar, y he sido tratada tan bien que incluso si tuviese que ser cortada en un millar de piezas no podría pagar ni la milésima parte de lo que os debo. Cuando veo vuestra fatiga, me doy cuenta de que algo terrible le ocurre al estado, pero no me atrevo a preguntar. Y esta noche, estabais tan agitado que no sabíais si sentaros o permanecer de pie. Es por eso que me lamento. Pero no era mi intención que me vieseis así. Si hay algo en lo que pueda ser útil, no dudaría aunque significase tener que morir diez mil veces.

Wang Yun golpeó el suelo con su bastón.

—¿Quién iba a decir que el destino de la dinastía estaría en tus manos? ¡Sígueme!

Diao Chan la siguió al interior de la casa. Entonces Wang Yun despidió a todas las sirvientas. Hizo que Diao Chan se sentara en una silla y se arrodilló ante ella. Asustada, Diao Chan se arrojó al suelo.

—Mi señor, ¿qué significa todo esto?

—¡Te has apiadado de nuestra gran nación Han!—respondió Wang Yun con lágrimas en los ojos.

—Mi señor, como ya he dicho de una orden y la seguiré aunque me cueste diez mil muertes.

Wang Yun se arrodilló de nuevo.

—El pueblo está a punto de ser destruido, el emperador y sus ministros están en peligro. Su destino está completamente en tus manos. Dong Zhuo el rastrero quiero apoderarse del trono y ni los oficiales militares ni los civiles pueden detenerle. Pero él tiene un hijo adoptivo de nombre Lu Bu. Es un hombre de increíble coraje pero al igual que su padre tiene una debilidad por la belleza femenina. Me gustaría emplear el concepto de las estratagemas encadenadas[2]. Primero has de ofrecerte a Lu Bu, tras lo cual te presentaré a Dong Zhuo y te ofrecerás a él. Aprovecharás cualquier oportunidad para enfrentar al padre y al hijo, hasta que Lu Bu acabe matando a Dong Zhuo y elimine así a ese gran mal. Así restaurarás el altar de los sacrificios imperiales y salvarás a la nación. Todo depende de ti, ¿estás dispuesto a hacerlo?

—Ya he dicho que cumpliré tus órdenes cueste lo que cueste. Me ofrezco voluntaria. En mi cabeza ya he formado un plan—contestó Diao Chan.

—¡Si esto se llega a descubrir será mi fin y el de toda mi familia!

—No se preocupe, mi señor—lo tranquilizó Diao Chan—. Si no soy capaz de conseguir justicia, prefiero morir a manos de diez mil espadas.

Wang Yun expresó su agradecimiento. Al día siguiente ordenó a un artesano que preparara un tocado de oro con perlas del tesoro familiar y se lo envió en secreto a Lu Bu. Éste estaba encantado y fue personalmente a la residencia de Wang Yun a expresar su agradecimiento.  Wang Yun ya había preparado un exquisito banquete y fue a recibirlo en persona, entonces lo llevó a la zona privada y le ofreció sentarse en el sitio de honor.

—No soy más que un general en el palacio del Primer Ministro, mientras que tú eres Ministro del Interior, un poderoso miembro de la corte, ¿a qué se debe tanto honor?—preguntó Lu Bu.

—Porque no hay héroe que se te pueda comparar en toda la nación. Si no puedo inclinarme ante el rango de un general, sí me inclino ante su talento…

Lu Bu estaba encantado. Wang Yun lo invitó a vino y exhaltó sus virtudes y las de Dong Zhuo. Lu Bu reía y bebía con abandono. Wang Yun ordenó a todos los sirvientes que se retiraran salvo a unas pocas que continuaban sirviendo vino. Cuando ambos estaban bebidos, Wang Yun dijo:

—¡Que venga mi hija!

Al poco, dos sirvientes ayudaron a Diao Chan a ponerse el maquillaje. Lu Bu estaba anonadado y preguntó quién era.

—Ésta es mi hija, Diao Chan—contestó Wang Yun—. Has sido tan amigable que he hecho que se nos una para que te conozca.

Entonces Wang Yun ordenó a Diao Chan que sirviese vino a Lu Bu. Así lo hizo Diao Chan y sus ojos se encontraron con los del guerrero. Wang Yun fingió estar borracho y dijo:

—Mi hija te pide que bebas y seas feliz. Toda mi familia depende de tus buenas maneras.

Lu Bu invitó a Diao Chan a sentarse y ella fingió no estar interesada. Pero Wang Yun hizo que se sentara junto a él. Lu Bu no podía apartar los ojos de ella.

Tras unas cuantas copas de vino más, Wang Yun le preguntó a Lu Bu señalando a Diao Chan:

—Si te la ofrezco como concubina, ¿la aceptarías?

Lu Bu se levantó.

—Si es así, haré todo lo que esté en mi poder para demostrar mi gratitud.

—Escogeremos un día propicio y te la enviaré.

Lu Bu era increíblemente feliz. No podía apartar la vista de Diao Chan. Ésta le devolvía la mirada amorosamente. Tras cierto tiempo, se levantaron de sus asientos.

—Te pediría que te quedases a dormir, pero el Primer Ministro podría sospechar algo—dijo Wang Yun.

Lu Bu le dio las gracias de nuevo y se fue.

Unos días más tarde, cuando Lu Bu no estaba presente en la corte, Wang Yun se arrodilló ante Dong Zhuo.

—Primer Ministro, desearía invitaros a cenar a mi humilde morada. ¿Estaríais de acuerdo?

—Si es el Ministro del Interior quién me invita, ¿cómo podría no ir?

Wang Yun se lo agradeció y volvió a casa. Allé preparó un banquete con todo tipo de delicias del mar y la tierra. Situó sillas en el centro de la sala, y cubrió el suelo con bordados de seda. Elegantes cortinas y paneles fueron dispuestas dentro y fuera. Al día siguiente al mediodía recibió a Dong Zhuo personalmente.

Dong Zhuo bajó del carro y un centenar de guardias equipados con alabardas y armadura abarrotaron el salón. Wang Yun volvió a inclinarse ante su invitado en la entrada y Dong Zhuo dio orden de que se levantara y se sentase a su lado.

—Puedo decir, Primer Ministro, que sois una torre de virtud y que ni siquiera Yi Yin[3] o el Duque de Zhou[4], los grandes hombres de antaño, son tus iguales.

Dong Zhuo sonrió complacido. Bebieron y comieron mientras sonaba la música. Wang Yun colmó a su invitado con halagos y estudiada deferencia.

Según corría el vino y pasaban las horas, Dong Zhuo comenzó a estar borracho. Entonces Wang Yun lo invitó a la cámara interior.

Dong Zhuo se libró de la guardia y fue. Wang Yun alzó su copa y dijo:

—La astronomía es una de mis aficiones desde joven y he estudiado los sucesos celestiales últimamente. Los días de la dinastía Han están contados y solo el Primer Ministro puede tomar el mandato del Cielo; de la misma forma en que el rey Shun sucedió al rey Yao y el rey Yu sucedió a Shun[5]. Era el deseo del Cielo y de los hombres.

—¿Cómo podría osar tener tales deseos?—dijo Dong Zhuo.

—Desde tiempos antiguos, aquellos que carecen de virtud, se inclinan ante los que la poseen, aquellos que dominan el Camino, triunfan sobre los que no. ¿Cómo puede uno escapar de su destino?

—Si como has dicho el Mandato del Cielo recae en mí, tú serás recordado como el padre fundador de una nueva era—dijo Dong Zhuo sonriendo.

Wang Yun se lo agradeció. Entonces trajeron luces y despidió a todos los sirvientes salvo a aquellas que servían el vino y la comida.

—Me temo que no soy capaz de ofreceros música al nivel de vuestros oídos pero, si se me permite ser presuntuoso, hay en mi familia una danzarina que puede que te agrade.

—¡Excelente!—dijo el invitado.

Wang Yun ordenó descorrer las cortinas. El sonido del sheng[6] inundó la sala y las sirvientas rodearon a Diao Chan mientras bailaba junto a las cortinas. Este poema ha sido escrito en honor de Diao Chan:

En tiempos ancestrales la señora de Zhaoyang[7],

Grácil como un ganso en pleno vuelo, hábil danzaba sobre la palma de una mano.

¿Quién era capaz de decir que no volaba sobre el lago Dongting?

Y ahora con un movimiento de la mano se oye la antigua canción,

Mientras ella camina con suavidad sobre el loto.

El viento de la primavera agita la fragancia de las flores,

Y en la ornamentada sala ni siquiera el incienso puede detenerlo.

 

Y hay otro poema que dice así:

 

Vuela al ritmo de los crótalos, un cisne frenético.

Cejas negras maquilladas que consternan al viajero.

Quebrados los corazones de los hombres de antaño ante su rostro.

Una sámara no compra su sonrisa, mil piezas de oro tampoco.

¿Para qué adornar sus brazos si ya son como ramas de sauce?

La danza termina y aún tratan de vislumbrarla tras los cortinajes.

Quién arderá ante ella como lo hizo el rey de Chu[8].

 

El baile terminó. Dong Zhuo ordenó que se acercara y así lo hizo Diao Chan, inclinándose según venía. Dong Zhuo estaba conmovido por su belleza y gracia.

—¿Quién es esta chica?—preguntó.

Una danzarina y cantante de nombre Diao Chan.

—¿También puede cantar?

Wang Yun ordenó cantar a Diao Chan y así lo hizo, suavemente al ritmo de los crótalos.

 

Abre sus labios de cereza, y de entre sus dientes perlados,

Surge la Nieve Blanca en un día de primavera[9].

Pero el lila de su lengua esconde una espada de acero,

Y puede cortar en dos a los malvados y traer el caos a los ministros.

 

Dong Zhuo no podia dejar de elogiarla. Wang Yun la ordenó servir vino al invitado. Dong Zhuo cogió la copa de sus manos y preguntó su edad:

—Tengo 28 años.

—¡Qué divina que eres!

—Si al Primer Ministro no le importa—se alzó Wang Yun—, pensaba ofereceros a esta muchacha.

—¿Cómo podría pagaros semejante regalo?—respondió Dong Zhuo.

—Ella sera mucho más feliz a vuestro servicio.

Dong Zhuo se lo agradeció una y otra vez. Wang Yun ordenó preparar un carruaje para que Diao Chan fuera entregada al Primer Ministro. Él se encargaría de que así fuera.

Poco después Dong Zhuo se fue y Wang Yun lo escoltó a su residencia personalmente. Ya se encontraba de vuelta a casa cuando, a medio camino, vio dos hileras de linternas rojas. Se trataba de Lu Bu, montado a caballo y llevando consigo su alabarda. Al ver a Wang Yun se detuvo y dijo con furia:

—Me prometiste a Diao Chan y ahora se la entregas al Primer Ministro. ¿Qué clase de juego es éste?

Wang Yun lo detuvo.

—Éste no es el mejor sitio para hablar. Te ruego que me acompañes a casa.

Así que se fueron juntos y Wang Yun condujo a Lu Bu hasta sus aposentos privados.

Tras intercambiar formalidades, Wang Yun comenzó a hablar:

—¿Cuál es mi falta, General?

—Me han dicho que has enviado a Diao Chan al palacio del Primer Ministro en un carruaje. ¿Por qué?

—Por supuesto que no lo entiendes. Ayer, mientras estaba en la corte, el Primer Ministro me dijo que quería venir a mi casa a discutir ciertos asuntos. Por lo que me preparé para recibirle y mientras estábamos cenando me dijo: “He oído rumores de que le has prometido una mujer a mi hijo, Lu Bu. Temo que no estés de acuerdo y he venido a negociar contigo. También me gustaría verla”. Cómo podía negarme. Ordené traer a Diao Chan. Entonces él dijo que era un día propicio y que se la llevaría para entregártela. Si es el Primer Ministro en persona quien me hace esta petición, ¿cómo podría negarme?

—No te culpo, Ministro del Interior—dijo Lu Bu—. Ha sido un malentendido. Te debo una disculpa.

—La chica tiene algunos efectos personales, me encargaré de que los recibas dentro de unos días.

Lu Bu le dio las gracias y se fue. Al día siguiente, Lu Bu fue al palacio a descubrir la verdad, pero no consiguió ninguna información. Entonces entró directamente en uno de los cuartos y preguntó a una sirvienta.

—Anoche el Primer Ministro compartió la cama con una mujer nueva y aún no se ha levantado—fue su respuesta.

Lu Bu estaba furioso y se dirigió a la alcoba de Dong Zhuo para verlo por sí mismo.

En ese momento Diao Chan se acababa de levantar y se peinaba junto a la ventana. De pronto vio el reflejo de un hombre en el estanque que había cerca de la ventana. Era Lu Bu. Diao Chan frunció el ceño como si la asaltase la mayor de las preocupaciones y se enjugara las lágrimas con un pañuelo de seda.

Lu Bu la observó durante mucho tiempo.

Al poco tiempo entró. Para entonces Dong Zhuo estaba sentado en el recibidor. Cuando vio a Lu Bu le preguntó si había alguna novedad.

—Ninguna—fue la respuesta.

Lu Bu esperó mientras Dong Zhuo desayunaba. Mientras estaba junto a su señor, vislumbró tras las cortinas una mujer que lo miraba amorosamente medio oculta. Lu Bu sabía que era Diao Chan y comenzó a perder la compostura. Dong Zhuo vio su expresión y comenzó a sospechar.

—Si no hay nada más, puedes retirarte—dijo Dong Zhuo.

Lu Bu obedeció malhumorado.

Desde la llegada de Diao Chan, Dong Zhuo no pensaba en otra cosa que no fuera el sexo. Durante más de un mes descuidó los asuntos de estado. Cuando Dong Zhuo cayó enfermo, Diao Chan lo atendió sin descanso. Esto agradó aún más a Dong Zhuo.

Un día Lu Bu fue a ver cómo estaba, pero Dong Zhuo estaba durmiendo. Diao Chan se inclinó en la cama y miró a Lu Bu. Apuntó a su corazón con una mano, la otra a Dong Zhuo y entonces comenzó a llorar. Lu Bu tenía el corazón roto. Dong Zhuo abrió los ojos y vio a su hijo observando algo. Se dio la vuelta y vio que era Diao Chan.

Dong Zhuo estaba furioso.

—¡Cómo osas cortejar a mi amante!

Ordenó a sus sirvientes que lo echaran del cuarto.

—¡Desde ahora no se le permite la entrada!

Lu Bu se fue a casa con el corazón lleno de odio y amargura. En el camino se encontró a Li Ru y le contó lo sucedido.

Rápidamente Li Ru fue a ver a Dong Zhuo con estas palabras:

—Primer Ministro, si aspiras a gobernar todo el imperio, ¿por qué culpar al general por una falta tan nimia? Si se rebela contra ti, todo estará perdido.

—¿Qué puedo hacer?—preguntó Dong Zhuo.

—Convócalo ante ti mañana mismo y ofrécele bellas palabras junto a regalos de oro y seda.

Así lo hizo Dong Zhuo. Al día siguiente mandó llamar a Lu Bu y con tono conciliador le dijo:

—Ayer estaba enfermo e irritable. Si mis palabras fueron hirientes, espero que me perdones.

Entonces le entregó tres katis[10] de oro y veinte rollos de brocado de seda. Lu Bu se lo agradeció y se fue. Y aunque su cuerpo seguía con los seguidores de Dong Zhuo, su corazón estaba con Diao Chan.

Tras recuperarse de su enfermedad Dong Zhuo volvió a la corte a discutir los asuntos oficiales. Y Lu Bu lo seguía como siempre con su alabarda en la mano. Cuando vio que Dong Zhuo hablaba con el Emperador Xian, armado como estaba, aprovechó para salir de palacio y entrar en la residencia del Primer Ministro. Ató su caballo a la entrada y, alabarda en mano, entró en busca de Diao Chan.

Ella le dijo que se reuniese con él en la parte de atrás del jardín. Allí esperó Lu Bu, apoyado sobre la barandilla del Pabellón del Fénix.

Tras una larga espera, Diao Chan apareció. Se deslizaba con gracia entre los sauces y las flores. Era tan exquisita como las hadas que habitan la luna.

—Aunque no soy la hija carnal del Ministro del interior—dijo ella llorando—, siempre me ha tratado como a una de sus hijas. Y cuando me unió a ti todos mis deseos se vieron colmados. Pero ahora… quién iba a pensar que el Primer Ministro me iba a mancillar como su concubina. Ya no deseo vivir, pero lo he hecho porque deseaba despedirme de ti. Ahora, ya puedo acabar con mi vida. Mi cuerpo ya ha sido usado así que no le puede servir a un héroe como tú. ¡Puedo morir ante tus ojos y demostrarte mi lealtad!

Cuando terminó de hablar, se agarró a la barandilla y se preparó para saltar en el estanque cubierto de lotos. Lu Bu la agarró entre sus fuertes brazos con lágrimas en los ojos.

—¡Lo sabía! ¡Siempre supe lo que escondía tu corazón! ¡Siento que no haya sido capaz de hablar contigo antes!

Diao Chan extendió los brazos alrededor de Lu Bu.

—Si no puedo ser tu esposa en esta vida, me gustaría encontrarme contigo en la siguiente.

—Si no puedo convertirte en mi esposa, no soy un héroe.

—Cada día aquí se hace tan largo como un año. ¡Apiádate de mí y rescátame!

—Solo he robado unos instantes para venir a verte, pero me temo que el viejo rebelde empezará a sospechar. He de irme—dijo Lu Bu.

Diao Chan rasgó su ropa.

—Si temes al viejo rebelde, entonces no hay esperanza para mí después de todo.

Lu Bu no se movió.

—Dame algo de tiempo para preparar un buen plan.

Y recogió su alabarda para partir.

—Tu nombre es conocido hasta en  los recluidos aposentos de las mujeres. Yo creía que eras un hombre que superaba a los demás, ¡cómo podría imaginarme que te conformarías con estar subyugado a otros!—dijo Diao Chan llorando de nuevo.

La vergüenza cubrió el rostro de Lu Bu. Apoyó la alabarda contra la barandilla, y se dio la vuelta para abrazarla. Trató de consolarla lo mejor que pudo con bellas palabras. Ambos se abrazaron con fuerza temblando de la emoción sin ser capaces de decirse adiós el uno al otro.

 

Pero volvamos con Dong Zhuo que se encontraba en palacio. Cuando se dio la vuelta y no vio a Lu Bu, su corazón se llenó de sospechas y rápidamente abandonó al Emperador. Montó en su carro y volvió a su residencia. Cuando llegó vio que Liebre Roja se encontraba atada enfrente de la casa, así que preguntó a los guardias que le dijeron que el general había entrado. Despidió a los sirvientes y se dirigió a sus aposentos. Lu Bu no estaba allí.

Llamó a Diao Chan pero no aparecía, así que preguntó a una sirvienta.

—Diao Chan está en el jardín trasero mirando a las flores.

Dong Zhuo fue al jardín y allí vio hablando a los amantes en el Pabellón del Fénix. La alabarda de Lu Bu estaba apoyada en la barandilla tras ellos.

Dong Zhuo gritó de rabia. Los amantes quedaron paralizados. Lu Bu se giró y al ver quién era, huyó. Dong Zhuo cogió la alabarda y corrió tras él. Pero Lu Bu era más rápido y Dong Zhuo estaba demasiado gordo para atraparlo. Arrojó la alabarda. Lu Bu la esquivó y cayó al suelo, donde Dong Zhuo volvió a recogerla para continuar la persecución. Mas Lu Bu se encontraba demasiado lejos. Dong Zhuo corría a la puerta del jardín cuando chocó con otro hombre que estaba corriendo y cayó al suelo.

Exhudaba ira hasta el mismo cielo,

cuando de pronto su grueso cuerpo acabó en el suelo.

 

En breve sabremos quién era el otro corredor.

 



[1] 103 km

[2] Ésta es una de las 36 estratagemas chinas, cuya idea es encadenar una serie de estrategias para conseguir un objetivo.

[3] Ministro del rey Tang, fundador de la dinastía Shang. Sirvió al hijo del rey Tang, pero depuso a su nieto por sus numerosas faltas. Devolviéndole el trono tres años después, al convertirse en un modelo de conducta.

[4] El Duque de Zhou fundó la dinastía Zhou (1050 a.C.) tras derrotar a la dinastía Shang. Se le consideraba un modelo de cómo se ha de gobernar, especialmente por los seguidores de Confucio.

[5] Los reyes Yao, Shun y Yu (2400-2200 a.C.) son los tres reyes ideales de la Antigua China. Ascendieron al trono por sus méritos y virtudes y no por herencia. El rey Yu fundó la dinastía Xia.

[6] El sheng es uno de los instrumentos de viento más antiguos del mundo.

[7] Diao Chan ha sido comparada con la emperatriz Zhao Feiyan (32 a.C.-1d.C.), que vivía en el palacio de Zhaoyang. Su biografía fue incluida en la obra “Biografías de mujeres ejemplares” de Liu Xiang (18 d.C.)

[8] El rey Xiangqing de Chu tenía fama de mujeriego.

[9] Antigua canción que está considerada como una de las más complejas y hermosas de la historia.

[10] 斤, medida usada en Asia Oriental, alrededor de 220 gr. en aquel momento, alrededor de 600 hoy en día.

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