Capítulo 2

Capítulo 2

Three_Brothers_during_the_Yellow_Turban_Rebellion 

Zhang Fei azota al inspector del condado

He Jin conspira para acabar con los eunucos

 

Dong Zhuo[1] nació en el lejano noroeste, en Lintao. Como gobernador de Hedong, Dong Zhuo era arrogante y engreído. Aunque el día que trató a Liu Bei con deferencia habría sido el último de su vida, de no ser porque Guan Yu y Liu Bei consiguieron refrenarlo.

—Recuerda que él es gobernador—dijo Liu Bei—. ¿Quién eres tú para tomarte la justicia por tu mano?

—¡Mejor matarlo que recibir ordenes de semejante sinvergüenza!—replicó Zhang Fei—Me voy. Si vosotros, hermanos, deseais quedaros sois libres de hacerlo.

—Juramos vivir y morir juntos, ¿cómo podemos separarnos?

Esas fueron las palabras de Liu Bei, y su hermano se dio por satisfecho. Aunque ya no podían permanecer en el campamento de Dong Zhuo. Los tres reunieron a sus tropas y marcharon lo más rápido posible para encontrarse con Zhou Jun. Este los recibió calidamente. Combinaron sus fuerzas y juntos partieron a combatir a Zhang Bao. Para aquel entonces, Cao Cao se había unido a Huangfu Song en la lucha contra Zhang Liang. Una gran batalla estaba teniendo lugar en Quyang entre estos poderosos contrincantes.

Mientras tanto, Zhu Jun inició su ofensiva contra Zhang Bao. Zhang Bao estaba al mando de más de ochenta mil soldados, refugiados en las montañas. Zhu Jun ordenó a Liu Bei atacar a los rebeldes. Zhang Bao envió a su segundo al cargo, Gao Sheng, a ofrecer batalla montado en su caballo. Liu Bei envió a Zhang Fei a atacarlo. Zhang Fei avanzó en su caballo, la larga lanza alzada, y se enfrentó a Gao Sheng. Al poco tiempo Gao Sheng caía de su caballo, atravesado por su lanza. Liu Bei ordenó avanzar a su ejército.

Entonces Zhang Bao alzó su espada y de su boca surgieron palabras de brujería. Soplaba el viento y retumbaba el trueno. Una nube negra apareció de la nada y de ella surgieron innumerables soldados que exterminaban todo a su paso. Liu Bei ordenó la retirada ante semejantes prodigios, pero su ejército había caído en el desorden y regresó completamente derrotado.

—Está usando magia—dijo Zhu Jun cuando se reunió con Liu Bei—. Mañana mataré carneros, cerdos y perros para conseguir su sangre. Ocultaré mis tropas entre las colinas y cuando vengan los rebeldes, derramarán la sangre sobre ellos. Eso debería contrarrestar su magia.

Así fue decidido. Guan Yu y Zhang Fei tomaron cada uno el mando de un millar de hombres y se ocultaron entre las montañas, donde prepararon la sangre de corderos, perros y cerdos. Y así cuando al día siguiente Zhang Bao avanzó con su ejército con los estandartes sacudiéndose al viento y los tambores desafiantes, Liu Bei avanzó para combatirlo. En el mismo instante que los dos ejércitos se encontraron, Zhang Bao comenzó a usar su magia y de nuevo apareció la terrible nube negra. Liu Bei inició la retirada ante los numerosos soldados a pie y a caballo que aparecieron de la nada. Zhang Bao y su ejército lo persiguieron. Pero según avanzaban entre las montañas sonaron las trompetas, y los soldados ocultos hicieron señales de fuego para arrojar al unísono la sangre sobre sus enemigos. Los soldados enemigos cayeron al suelo en gran número convertidos en papel, mientras el viento y el trueno cesaban al instante.

Zhang Bao, al ver su hechizo roto, trató de retirarse. Entonces aparecieron Guan Yu y Zhang Fei en sus flancos, seguido en la retaguardia por Zhu Jun y Liu Bei. Los rebeldes fueron aplastados. Liu Bei vio el estandarte del Señor de la Tierra y cabalgó hacia él con el arco dispuesto. Consiguió herirlo en el brazo izquierdo pero aún así Zhang Bao consiguió huir a la ciudad de Yangcheng que Zhu Jun inmediatamente puso bajo sitio.

Se enviaron mensajeros en busca de nuevas de Huangfu Song. Esto fue lo que dijo el mensajero al volver:

—Huangfu Song consiguió una gran victoria, mientras que Dong Zhuo ha sufrido numerosas derrotas. Es por esto que la corte ordenó a Huangfu Song tomar su lugar. Para cuando llegó, Zhang Jue ya estaba muerto y Zhang Liang había tomado el mando. Siete batallas perdió frente a Huangfu Song y fue decapitado en Quyang. Tras esta victoria, la tumba de Zhang Jue fue profanada y su cuerpo mutilado. La cabeza se envió a la capital para ser expuesta sobre una pica. Todos los rebeldes se han rendido. Por sus servicios al estado, Huangfu Song ha sido nombrado General de los carros y caballería[2], así como gobernador de Jizhou. También ha pedido a la corte que retire los cargos contra Lu Zhi, asegurando su inocencia. Lu Zhi ha sido liberado y ha recuperado su antiguo cargo. Cao Cao también ha sido recompensado por sus servicios y ahora es comandante de Jinan, el mismo día de su nombramiento licenció a su ejército y ha partido a su nuevo puesto.

Tras oír al mensajero, Zhu Jun atacó Yangcheng con dureza y la derrota de los rebeldes se hizo evidente. Zhang Bao fue asesinado y su cabeza ofrecida como prueba de sumisión. La rebelión en aquella parte del país había terminado. Zhu Jun envió un informe al emperador con una lista de todo el botín obtenido en la campaña.

Sin embargo los Turbantes Amarillos aún no habían sido derrotados. Tres rebeldes, Zhao Hong, Han Zhong, y Sun Zhong, disponían de casi treinta mil soldados y comenzaron a saquear y a robar como venganza por la muerte de Zhang Jue. La corte envió al victorioso Zhu Jun a destruir a los rebeldes.

Estos habían ocupado la ciudad de Wancheng a la que Zhu Jun se dirigió sin demora. Nada más llegar, Han Zhong salió de la ciudad para combatirlo. Zhu Jun envió a Liu Bei y sus hermanos a atacar la parte suroeste de la ciudad. Han Zhong trató de defenderla enviando a sus mejores hombres. Mientras, Zhu Jun en persona, al mando de dos mil jinetes, atacó por el lado opuesto. Los rebeldes, creyendo la ciudad pérdida, abandonaron el suroeste para reagruparse. Liu Bei los tomó por sorpresa en su retaguardia. Derrotados, los rebeldes se retiraron a Wancheng. Con la ciudad completamente cercada, pronto se hizo imposible obtener algo para comer, y Han Zhong envió un mensajero ofreciendo la rendición. Zhu Jun rechazó la oferta.

—¿Por qué rechazar su oferta? —preguntó Liu Bei—. En tiempos antiguos cuando Gaozu[3] unificó el mundo, él permitía a sus enemigos rendirse y volver a formar parte de la sociedad.

—Eso fue entonces.—contestó Zhu Jun—. En el mundo reinaba el caos y el pueblo no había escogido un líder. Dejarles rendirse con la promesa de una recompensa tenía sentido. Pero ahora el imperio está unido y los Turbantes Amarillos son los únicos rebeldes. Nada bueno puede venir de su rendición. Permitir la rebelión cuando tiene éxito es darles permiso para robar y saquear; dejarles simplemente rendirse cuando fallan es animar al resto a intentarlo. Y esa no es una buena estrategia.

—No aceptemos su rendición, entonces—contestó Liu Bei—, pero los tenemos cercados con una barrera de hierro. Si rechazamos su oferta será una lucha a muerte y difícílmente podremos combatir contra diez mil desesperados. Además, miles de inocentes más viven en la ciudad sentenciados a muerte por nuestro cerco. Será mejor retirarnos de una de las esquinas de la ciudad y atacar por la contraria. Ellos huirán sin deseo de lucha y entonces, caeremos sobre ellos.

Zhu Jun siguió su consejo. Como estaba previsto, Han Zhong abandonó la ciudad con su ejército. Entonces Zhu Jun, junto a Liu Bei y sus tres hermanos, lanzó a sus ejércitos en un ataque sorpresa. Una flecha mató a Han Zhong y los rebeldes huyeron en las cuatro direcciones.

Justo en aquel momento, Zhao Hong y Sun Zhong llegaron con numerosos refuerzos y el ejército de Zhu Jun tuvo que retirarse diez li, mientras los rebeldes ocupaban de nuevo Wancheng.

Zhu Jun se preparaba para un nuevo ataque, cuando un grupo de caballeros e infantes se aproximó desde el Este. Su líder era un general con una amplia cara, un cuerpo como el de un tigre al acecho y un torso majestuoso como el de un oso. Su nombre, Sun Jian[4]. Era nativo de Fuchun, en el antiguo estado de Wu, y descendiente del famoso estratega Sun Zi[5].

Con dieciesiete años, Sun Jian estaba con su padre en el río Qiantang[6], cuando vio un grupo de piratas que, tras robar a un mercader, repartían su botín a la orilla del río.

—Arrestémoslos—dijo Sun Jian a su padre.

Y entonces, alzando su espada, cargó contra ellos gritando y dando órdenes a derecha e izquierda como si lo acompañara un gran ejército. Los piratas creyeron que las tropas del gobierno habían caído sobre ellos y huyeron dejando atrás su botín. Sun Jian los persiguió y mató a uno de ellos. Así ganó fama en la región y pronto fue promovido a capitán.

Más tarde, con la ayuda de los comandantes locales, organizó un ejército de más de mil valientes para enfrentarse a la rebelión de Xu Chang, que se había proclamado a sí mismo emperador Yangming y disponía de un ejército de decenas de miles. Xu Chang y su hijo Xu Shao fueron derrotados y decapitados. Por esta victoria, Sun Jian se convirtió en asistente de los gobernadores de Yandu, Xuyi, y Xiapi. Cuando comenzó la rebelión de los Turbantes Amarillos, Sun Jian reunió a un ejército de más de mil quinientos soldados de élite compuesto de jóvenes y mercaderes del área entre los ríos Huai y Si[7] y partió a enfrentarse a ellos.

Zhu Jun se mostró encantado y ordenó a Sun Jian atacar la puerta sur de la ciudad. Liu Bei atacaría la puerta norte y él mismo lo haría en la oeste. La puerta este se dejó libre para que los bandidos pudieran escapar. Sun Jian fue el primero en escalar los muros de la ciudad y mató a más de veinte rebeldes con su propia espada. Los rebeldes huyeron, pero su líder Zhao Hong montó en su caballo y cargó contra Sun Jian con la lanza en alto. Sun Jian saltó del muro y se adueñó de la lanza de Zhao Hong. Y con ella golpeó a Zhao Hong hasta tirarlo del caballo. Inmediatemante Sun Jian montó en el caballo del desafortunado Zhao Hong y cabalgó a toda velocidad, matando rebeldes a diestra y siniestra. Sun Zhong trató de escapar por el norte, para caer directamente entre las tropas de Liu Bei. Los rebeldes solo pensaban en huir. Liu Bei preparó su arco y disparó a Sun Zhong que cayó del caballo. Sin líderes y en desbandada, el ejército de Zhu Jun aniquiló a los supervivientes. Decenas de miles de cabezas fueron cortadas y fue imposible contar el número de los que se rindieron pidiendo clemencia. En los alrededores de Nanyang, más de diez comandancias habían sido pacificadas.

Zhu Jun licenció su ejército y volvió a la capital, Luoyang, donde fue promovido a General de carros y caballería y gobernador de Henan. No se olvidó de aquellos que le ayudaron e hizo una petición al emperador, contando los méritos de Sun Jian y Liu Bei. Sun Jian tenía amigos poderosos y pronto consiguió el puesto de comandante, pero Liu Bei esperó noticias de la corte en vano durante muchos días.

Abatidos, los tres hermanos recorrían solos las calles de la capital. Un día se encontraron el carro del comandante Zhang Jun, al que Liu Bei le contó todas sus desgracias. Zhang Jun se quedó muy sorprendido ante esta negligencia, y en cuanto fue a palacio sacó el tema ante el emperador.

—La rebelión de los Turbantes Amarillos fue debida a la corrupción de los eunucos. Ellos vendían los cargos y títulos nobiliarios. Solo había recompensas para sus amistades y castigos para sus rivales. De ahí la rebelión. Deberíamos ejecutar a los diez eunucos y mostrar sus cabezas al pueblo. Después, recompensar a los que lo merecen. Eso traería la paz al país[8].

Los eunucos no podían aceptarlo. Inmediatamente enviaron una petición a la corte, asegurando que Zhang Jun estaba insultando al emperador. El emperador ordenó a la guardia que escoltase a Zhang Jun fuera de palacio.

Los diez eunucos se reunieron, y acordaron que era peligroso no dar cargos a aquellos que habían combatido contra los Turbantes Amarillos y que era mejor darles algunos puestos menores para luego poder lidiar mejor con ellos. Fue así como Liu Bei fue nombrado magistrado en el condado de Anxi[9]. Liu Bei licenció a su ejército y se dirigió allí con una pequeña escolta que incluía a Guan Yu y Zhang Fei. Ni un solo abuso contra el pueblo fue realizado durante su mandato y así, en apenas un mes, el pueblo modeló su conducta. Los tres hermanos comían en la misma mesa y dormían en la misma cama. Aunque cuando Liu Bei ejercía su cargo, Guan Yu y Zhang Fei se mantenían tras de él, sin importarles si la espera duraba un día entero.

Tan solo cuatro meses tras su llegada, la corte decidió reducir el número de oficiales civiles con experiencia militar y Liu Bei temió estar entre aquellos que iban a ser retirados de su puesto. Justo en aquellos días el inspector del condado estaba visitando los condados de la región. En cuanto llegó, Liu Bei salió de la ciudad para presentarle sus respetos, pero el inspector se negó a saludarlo, salvo por un movimiento de su fusta aún sentado en su caballo. Este gesto enfureció a Guan Yu y Zhang Fei pero lo peor aún estaba por venir.

Nada más llegar a la ciudad, el magistrado preguntó:

—¿Cuál es vuestro linaje, magistrado del condado?

—Soy descendiente del príncipe Jing de Zhongshang [10]—comenzó a explicar Liu Bei—. Desde mi primer combate contra los Turbantes Amarillos en el condado de Zhuo, he participado en más de treinta batallas, donde obtuve cierto éxito. Este cargo es mi recompensa.

—¡Mientes!—gritó el inspector—. Tanto tu linaje como tus logros no son más que mentiras. La corte ha decidido acabar con los funcionarios corruptos como tú.

Liu Bei no fue capaz de contestar. Preguntó a su secretario qué hacer.

—Si el inspector se comporta de esa manera—respondió—. Será que quiere un soborno.

—No he robado ni una sola moneda al pueblo, ¿con qué puedo sobornarlo?—contestó Liu Bei.

Al día siguiente el inspector amenazó al secretario para que testificara que el magistrado había traído la desgracia al pueblo. Liu Bei trató una y otra vez de contestar a los cargos, pero cada vez que se acercaba a los aposentos del inspector, los guardias no lo dejaban pasar.

Volvamos un momento a Zhang Fei, que había tratado de ahogar las penalidades del momento con múltiples vasos de vino. Cabalgaba así cerca de los aposentos del inspector cuando se encontró con una cincuentena de ancianos que lloraban a su puerta. Cuando Zhang Fei preguntó la causa de sus lamentos, le contestaron:

—El inspector del condado ha obligado al secretario a acusar al Señor Bei. Hemos tratado de protestar, pero los guardias nos cierran el paso.

Estas palabras enfurecieron a Zhang Fei. Con los ojos abiertos y los dientes apretados, espoleó a su caballo y entró en los aposentos del gobernador sin que los asustados guardias pudiesen detenerlo. Allí vio al secretario atado en el suelo a los pies del inspector.

—¡Tú, ladrón y opresor del pueblo!—rugió Zhang Fei—¿Sabes quién soy?

Antes de que el inspector pudiera responder, Zhang Fei lo arrastró del cabello hasta sacarlo al exterior, donde lo ató en el poste en el que se ata a los caballos. Allí, con una vara de sauce, azotó al inspector con toda su fuerza. Rompió diez varas en el castigo.

Liu Bei se encontraba solo con su pena, cuando oyó gritos junto a su puerta. Al preguntar qué estaba pasando, sus sirvientes le contestaron:

—El General Zhang Fei ha atado a alguien y lo está castigando sin descanso.

Liu Bei corrió para averiguar lo ocurrido, y entonces vio que el castigado era poco menos que el inspector. Liu Bei preguntó los motivos.

—¡Los sinvergüenzas como este merecen morir! Si no, ¿para qué hemos venido? —respondió Zhang Fei.

—¡Sálveme, Liu Bei! —gritaba el inspector.

Liu Bei era ante todo una persona amable, por lo que pidió a Zhang Fei que se detuviese.

Entonces apareció Guan Yu a su lado y dijo:

—Hermano, tras tus grandes hazañas sólo has conseguido el puesto de magistrado e incluso aquí has sido insultado por el inspector. Una zarza no es lugar para que anide un fénix. Sería mejor matar al inspector, abandonar tu cargo y volver a casa hasta que tengamos un plan mejor.

Liu Bei tomó su sello oficial y se lo puso en el cuello al inspector.

—Por cómo has tratado al pueblo, debería matarte aquí mismo… Pero voy a perdonarte la vida. Te devuelvo el sello antes de partir.

El inspector informó de lo ocurrido al gobernador de Dingzhou[11], que ordenó el arresto de los tres hermanos. Estos huyeron a Daizhou[12] en busca de Liu Hui, que al ver que Liu Bei era un miembro de la casa imperial, les dio refugio.

Pero volvamos a los diez sirvientes; por aquel entonces, todo el poder se encontraba en sus manos y decidieron matar a todo aquel que se opusiese a sus designios. Zhao Zhong y Zhao Rang enviaron a sus servidores a exigir presentes de oro y seda de los comandantes que combatían a los Turbantes Amarillos, bajo la amenaza de perder el puesto si no lo hacían. Huangfu Song y Zhu Jun se negaron a pagar y fueron retirados de sus cargos. Las desgracias continuaron y Zhao Zhong fue nombrado General de los carros y caballería. Otros trece, incluyendo a Zhang Rang recibieron el título honorario de marqués[13]. La corrupción dominaba al gobierno y el pueblo comenzó a protestar. Pronto se sucedieron las revueltas. En Changsha[14] el bandido Ou Xing causaba estragos mientras en Yuyang[15], Zhang Ju y Zhang Chun se rebelaban. Zhang Ju se proclamó a sí mismo Hijo del Cielo con Zhang Chun como Comandante supremo. Informes y peticiones inundaron la capital, pero los diez sirvientes los ocultaron todos sin informar al emperador.

Un día, cuando el emperador disfrutaba de los placeres de la comida y la bebida en compañía de los diez sirvientes, el consejero Liu Tao perdió la compostura y se dirigió directamente al emperador.

—¡Todo lo que está bajo el cielo se derrumba y todavía su majestad se atreve a beber con los eunucos!—exclamó él.

—El país vive una época de paz y prosperidad. ¿De que peligros hablas? —respondió el emperador.

—Por todo el país los bandidos asaltan provincias y ciudades—dijo Liu Tao—. Y no hay más culpable que los diez eunucos, que han vendido los cargos del gobierno, causando grandes males al pueblo y a su emperador. Todo aquel que se consideraba virtuoso ha abandonado la corte. ¡El desastre se cierne sobre nosotros!

Ante estas palabras, los diez eunucos descubrieron sus cabezas y se arrojaron a los pies del emperador.

—¡Si el ministro Liu Tao está en nuestra contra—gritaron—, nuestras vidas están en peligro! Perdonadnos y permitid que regresemos a nuestros hogares, allí donaremos todas nuestras riquezas para ayudar al ejército.

Dicho esto, los eunucos comenzaron a llorar. El emperador, molesto por la escena, le dijo a Liu Tao:

—Tú también tienes sirvientes. ¿Cómo osas a hablar así de los míos?

Y llamó a la guardia, con orden de ejecutar a Liu Tao.

—¡No lamento mi muerte! —gritó Liu Tao. — ¡Pero lamento el destino de la dinastía Han, cuyo mandato se derrumba tras cuatro siglos!

Los guardias echaron a Liu Tao por la fuerza y a punto de llevar a cabo la sentencia del emperador se encontraban, cuando un oficial de alto rango gritó:

—¡Deteneos! Dejad que hable con el emperador.

Era el ministro del interior[16], Chen Dan.

Entró directamente en palacio y amonestó al emperador con estas palabras:

—¿Qué crímenes ha cometido Liu Tao que ha de ser ejecutado?

—Ha calumniado a mis sirvientes, insultándome con ello—replicó el emperador.

—El pueblo se comería crudos a los eunucos si pudiera, pero los respeta como si de familiares se trataran—dijo el ministro—. No han realizado ninguna hazaña y aún así reciben títulos y honores. Incluso Feng Xu era un aliado de los Turbantes Amarillos hasta que el complot se descubrió. ¡A menos que el emperador se percate de estos hechos el país está perdido!

—Si Feng Xu es culpable de estos cargos, no estaba de ello enterado—contestó el emperador—. Pero ha de haber entre mis diez sirvientes al menos dos ministros de confianza.

Chen Dan no se dejó convencer por estas palabras, en su lugar inclinó la cabeza hasta el suelo en señal de sumisión. El emperador, ciego de ira, ordenó que lo encarcelaran junto a Liu Tao. Aquella misma noche ambos fueron ejecutados.

Rápidamente los eunucos falsificaron un decreto imperial, nombrando a Sun Jian gobernador de Changsha, para que así pudiese suprimir la rebelión de Ou Xing. En apenas cincuenta días la victoria era suya y Jiangxia estaba pacificada. Por sus logros, Sun Jian fue nombrado marqués de Wucheng.

Al mismo tiempo Liu Yu fue nombrado señor de Youzhou. Éste llevó su ejército a través de Yuyang para enfrentarse a Zhang Ju y Zhang Chun. Liu Hui de Daizhou, le envió una carta recomendándole los servicios de Liu Bei. Liu Yu agradeció los servicios de Liu Bei y le dio el rango de capitán con ordenes de asaltar la guarida de los bandidos. Trascurrieron varios días de dura lucha sin que ni siquiera los contraataques del enemigo les hicieran cejar en su empeño. Mas Zhang Chun era cruel y pronto sus hombres lo abandonaron. Uno de sus generales lo acuchilló por sorpresa y llevó su cabeza al campamento enemigo como señal de rendición. Zhang Ju viendo que no había esperanza, se ahorcó.

Yuyang estaba en paz y Liu Yu informó de los éxitos de Liu Bei al emperador. La corte le perdonó por las faltas cometidas al inspector del condado y lo nombró magistrado del condado de Xiami y al poco comandante del condado de Gaotang. Gongsun Zan también informó a la corte de sus anteriores hazañas y recomendó darle un cargo militar en alguna otra región. Pronto ascendió a gobernador del condado de Pingyuan[17], donde recibió un salario acorde a su cargo y el mando de numerosos hombres y caballos. Así, Liu Bei recuperó sus viejas costumbres antes de los días de adversidad. Por liderar la derrota de los bandidos, Liu Yu fue nombrado Gran Comandante[18].

En el verano del sexto año de la era de la Estabilidad Central, el emperador Ling cayó gravemente enfermo. A punto de morir, convocó a He Jin para discutir el futuro sucesor al trono. He Jin provenía de una humilde familia de carniceros, pero su hermana menor había entrado en palacio como consorte, dando a luz al príncipe Bian, hijo del emperador. Así fue como se convirtió en la emperatriz He y He Jin consiguió un alto cargo en palacio. Pero el emperador Ling estaba prendado de la consorte Wang, madre del príncipe Xie. La emperatriz He, celosa, la envenenó y el príncipe Xie acabó viviendo en el palacio de la Emperatriz Viuda[19] Dong, madre del emperador Ling y esposa de Liu Chang, marqués de Jiedu. Al morir sin hijos el emperador Huan, el hijo de Liu Chang, el emperador Ling ascendió al trono y llevó a su madre a palacio con el título de Emperatriz Viuda.

La Emperatriz Viuda deseaba que el príncipe Xie fuera el sucesor, y el mismo emperador se inclinaba también por el príncipe Xie. Y fue Jian Shuo, eunuco y sirviente personal del emperador, quién le dijo estas palabras viendo el final acercarse:

—Si Xie es el elegido, He Jin ha de ser asesinado para evitar futuros problemas.

El emperador estuvo de acuerdo con estas palabras y convocó a He Jin a palacio.Y en las mismas puertas de palacio se encontraba He Jin, cuando el comandante Pan Yin le advirtió:

—Si entras en palacio, Jian Shuo acabará con tu vida.

He Jin, alarmado, huyó a sus aposentos e hizo llamar a todos los ministros con la intención de acabar con los eunucos. Debatiendo se encontraban cuando un hombre, con aire desafiante, se levantó.

—Desde los tiempos de los emperadores Chong[20] y Zhi—dijo él—, la influencia de los eunucos se ha propagado como una plaga en palacio. ¿Cómo esperáis que podamos acabar con ellos? Pero ante todo hay que mantener este complot en secreto o seremos exterminados junto a nuestras familias.

He Jin lo miró y vio que se trataba de Cao Cao.

—¿Qué sabrán los oficiales de bajo rango sobre los asuntos de la corte?—replicó He Jin furioso ante su discurso.

En plena discusión, apareció Pan Yin.

—El emperador ha muerto—dijo él—. Los diez sirvientes junto a Jian Shuo han decidido mantener su muerte en secreto para falsificar un edicto convocando al Comandante supremo a palacio. Pretenden nombrar al príncipe Xie emperador.

No había aún terminado de hablar cuando llegó el edicto ordenando a He Jin dirigirse lo antes posible a palacio para resolver el problema de la sucesión.

—De momento—dijo Cao Cao—, lo más importante es escoger al correcto heredero. Podemos encargarnos de los traidores después.

—¿Quién se atreve a ayudarme?—preguntó He Jin, Comandante supremo—. El príncipe Bian es el verdadero heredero.

—¡Dame cinco mil veteranos—gritó un hombre poniéndose en pie—, y asaltaremos el palacio, matando a los eunucos y poniendo al verdadero sucesor en el trono! Entonces podremos limpiar de corrupción el gobierno y restaurar la paz.

Se trataba de Yuan Shao[21], hijo del ministro del interior Yuan Feng, y sobrino de Yuan Wei; y se encontraba al cargo del mantenimiento de la ley y los trabajos públicos. El complacido He Jin le puso al mando de cinco mil hombres de la guardia de la capital y Yuan Shao se puso a su frente ataviado en armadura completa.

Mientras tanto He Jin, He Yong, Xun You y  Zheng Tai junto a otros treinta ministros, se presentaron en palacio y frente al féretro del emperador Ling proclamaron emperador al príncipe Bian.

Cuando terminó la ceremonia, Yuan Shao entró en palacio en busca de Jian Shuo. Aterrorizado, Jian Shuo trató de ocultarse en los jardines, pero fue descubierto y asesinado por Guo Sheng, uno de los diez sirvientes. Los guardias a su cargo se rindieron inmediatamente tras su muerte.

—Ahora tenemos la oportunidad de acabar con todos los eunucos—dijo Yuan Shao a He Jin.

Los diez eunucos, con Zhang Rang a la cabeza, comprendieron que su situación era desesperada y entraron en las cámaras de la emperatriz He.

—¡Piedad, emperatriz!—imploraron los eunucos—. Jian Shuo fue el único que intrigó para matar a tu hermano, no nosotros. Y ahora He Jin escucha los consejos de Yuan Shao y quiere acabar con todos los eunucos.

—No os preocupéis—contestó la emperatriz He—. ¡Yo os protegeré!

La emperatriz ordenó llamar a su hermano.

—Nosotros somos de origen humilde—le dijo la emperatriz—. De no ser por los eunucos, ¿cómo podríamos haber obtenido nuestra fortuna? Jian Shuo ha actuado sin gracia ninguna y ahora ha muerto por sus faltas. ¿Qué necesidad hay de matar al resto?

Tras estas palabras, He Jin salió fuera a hablar con sus seguidores.

—El conspirador Jian Shuo ha muerto y con él desaparecerá todo su linaje—explicó He Jin—. No hace falta causar más daño al resto.

—Si no cortamos este problema de raíz—respondió Yuan Shao—, será tu fin.

—Está decidido—dijo He Jin dando por terminada la conversación.

Apenas un día después, la emperatriz He ordenó que He Jin se encargara de la administración civil[22];  y con él todos sus familiares y conocidos fueron ascendidos. La Emperatriz Viuda Dong hizo llamar al eunuco Zhang Rang a su cámara.

—Fui yo la que ayudó a la hermana de He Jin a ascender—dijo la emperatriz Dong—, pero ahora que su hijo es emperador, todos los ministros fuera y dentro de palacio son aliados suyos. La emperatriz He es demasiado poderosa, ¿qué podemos hacer?

—Su Alteza debería dirigir personalmente el estado—contestó Zhang Rang—. Convierta al príncipe Xie en emperador y gobierne en su nombre. Puede conseguir entonces un alto cargo para su hermano, Dong Chong, y ponerle al cargo del ejército. Por último, conmigo y mis aliados en puestos importantes no habrá nada que se resista a sus designios.

La emperatriz aprobó sus palabras. Al día siguiente mediante un decreto proclamó a Liu Xian príncipe de Chenliu y a Dong Chong General de la caballería ligera[23]. Zhang Rang y el resto de eunucos volvieron a ocupar puestos de influencia en el gobierno.

Cuando la emperatriz He se dio cuenta invitó a su rival, la emperatriz Dong, a un banquete en palacio. Allí bebieron y comieron, hasta que la emperatriz He, copa en mano, se inclinó dos veces[24] diciendo:

—No somos más que mujeres después de todo y no es apropiado que intervengamos en los asuntos del estado. A principios de la dinastía Han, cuando la emperatriz Lu[25] se adueñó del poder, todo su clan fue exterminado. Debería bastarnos con vivir en nuestros palacios y dejar el gobierno en manos de los ministros.

—Envenenaste a la consorte Wang sin más razón que tus celos—dijo furiosa la Emperatriz Viuda Dong—. ¡Y sólo ahora que tu hijo es emperador y tu hermano poderoso, te atreves a hablarme con semejantes palabras! Haré que tu hermano pierda la cabeza con un simple gesto de mi mano.

—Mis palabras eran amables—contestó la emperatriz He—. ¿Por qué tanta ira?

—No eres más que hija de carniceros, ¿qué sabes tú sobre el gobierno? —gritó la emperatriz Dong.

La discusión continuó subiendo de tono hasta que los eunucos las convencieron para que se retiraran a sus aposentos. La emperatriz He hizo buscar a su hermano, al que le contó todo lo ocurrido en cuanto llegó a palacio esa misma noche. He Jin al enterarse, convocó a los tres ministros más importantes a primera hora de la mañana. La emperatriz Dong, decía la declaración que firmaron, era la esposa de un noble de bajo rango y no debería residir en palacio. Así ordenaron trasladarla a Hejian y enviaron soldados para escoltarla al mismo tiempo que la guardia de la capital rodeaba la morada de Dong Chong. Este, sabiéndose perdido, se quitó la vida antes de que le despojasen de sello y cargo.

Al ver el destino de la emperatriz Dong, los eunucos Zhang Rang y Duan Gui comenzaron a enviar lujosos presentes a He Miao, el hermano menor de He Jin, y a su madre, señora de Wuyang; para así congraciarse con la emperatriz He. De esta forma los diez eunucos volvieron a ganar peso en la corte.

En el sexto mes de aquel año, los espías de He Jin envenenaron a la emperatriz Dong en su residencia en Hejian. Sus restos fueron transportados a la capital donde fue enterrada en las tumbas imperiales Wen. He Jin, fingiéndose enfermo, no acudió al funeral.

Un día, Yuan Shao fue a visitar a He Jin.

—Zhang Rang y Duan Gui rumorean sobre ti—le dijo Yuan Shao—. Dicen que tú mataste a la emperatriz y que tu ambición no tiene límites. Es la excusa ideal para acabar con los eunucos ahora que tus aliados y familiares ocupan los puestos claves tanto en el ejército como en la administración. Si pierdes esta oportunidad lo lamentarás como hizo Dou Wu[26].

—Hablaremos sobre ello más tarde —contestó He Jin.

Uno de sus sirvientes contó toda la conversación a Zhang Rang. Este, inmediatamente le contó la historia a He Miao, acompañada de más regalos. Así fue como He Miao acabó hablando con su hermana, la emperatriz He.

—El Comandante Supremo es sin duda el mayor apoyo del emperador, pero no posee grandes virtudes, solo piensa en el asesinato. Y si ahora acaba con los eunucos sin ningún motivo, será el caos.

Sus palabras convencieron a la emperatriz He.

Así, cuando He Jin le expresó su deseo de acabar con los eunucos, la emperatriz le contestó:

—Los eunucos están al cargo de la residencia imperial y lo han hecho así durante generaciones. Matar a los viejos sirvientes del emperador cuando acaba de morir sería una falta de respeto al templo de nuestros ancestros.

He Jin no era un hombre enérgico. Pidió disculpas en un susurro y se retiró.

—¿Qué ha sido de nuestros grandes planes? —le dijo Yuan Shao al encontrárselo.

—La Emperatriz Viuda nunca lo permitirá—contestó He Jin—. ¿Qué podemos hacer?

—Convoca un ejército a la capital y acaba con ellos —contestó Yuan Shao—. No importa lo que ella diga, es necesario.

—Es un buen plan —contestó He Jin entusiasmado e inmediatamente hizo un llamamiento a las armas.

Sólo el secretario Chen Lin protestó contra sus planes.

—No deberías hacerlo. Dice el proverbio: cubrirse un ojo mientras tratas de coger un pinzón es engañarse a uno mismo. Si en un asunto tan insignificante como este no eres capaz de imponer tu voluntad, ¿cómo lo harás en las grandes empresas? Ahora que tienes al ejército bajo tu mando y al emperador como tu aliado, puedes  actuar como te plazca. Acabar con los eunucos no debería ser más difícil que encender un horno para quemar unos pocos cabellos. Basta con que actúes con entereza. Usa tu poder y todos te seguirán. Pero en lugar de eso has convocado a la capital un ejército liderado por los más importantes hombres de la nación. Con todos esos héroes, cada uno con sus propios planes, lo que harás será entregarte a sus designios. Tu autoridad desaparecerá y con ello vendrá el caos.

—Esas son las palabras de un cobarde —rió He Jin.

En ese momento, un hombre comenzó a aplaudir.

—¿A qué viene tanto discutir? La solución es tan sencilla como mover una mano.

Ambos miraron al hombre. Se trataba de Cao Cao.

正是: 欲除君側宵人亂, 須聽朝中智士謀  Y así era: cuando el rey está ausente, el ratón entra en juego. Para evitar el caos se ha de escuchar a los hombres inteligentes de la dinastía.

 

Las palabras de Cao Cao se descubrirán en el próximo capítulo.



[1]董卓 Nombre de cortesía 仲穎, Zhongying, literalmente el segundo hijo, que es el inteligente.

[2]車騎將軍,juji jiangjun o cheqi jiangjun, título militar solo por debajo del de Comandante supremo.

[3] Liu Bang, primer emperador Han

[4]孫堅, de nombre de cortesía. Nombre de estilo, 文臺, Wentai, o mesa de escribir

[5] Más conocido en Occidente como Sun Tzu, autor del “Arte de la guerra”

[6] Actual Hangzhou.

[7] El área entre las actuales Xuyi y Xiapi

[8]四海, sihai, los cuatro mares, en la antiguedad se suponía que China estaba rodeada por cuatro mares, el término acabó significando en todas partes

[9] Actual provincia de Hebei

[10] 154-113 a.C., noveno hijo del emperador Jing de la dinastía Han y señor de Zhongshan

[11] En la actual provincia de Hebei.

[12] En la actual provincia de Shanxi.

[13]列侯 liehóu, este título se entregaba en la dinastía Han a los generales y funcionarios que no eran de la familia imperial como recompensa por sus servicios.

[14] Actual capital de la provincia de Hunan

[15] Región situada al norte de la ciudad de Tianjin.

[16]司徒 Situ, o Ministro de las Masas, uno de los tres cargos más importantes durante la dinastía Han del Este, conocidos como las Tres Excelencias.

[17] Estos tres condados se encuentran en la actual provincia de Shandong.

[18]太尉, taiwei, uno de los principales cargos de la antigua china, equivalente al ministro de defensa.

[19] El título de Emperatriz Viuda, 皇太后 taihou, era dado a las madres de los emperadores de China, Corea, Japón y Vietnam. En numerosos casos fueron las regentes durante la minoría de edad de sus hijos.

[20] El emperador Chong (143-145 d.C.) fue emperador durante apenas seis meses a la edad de un año. El emperador Zhi (138-146), fue su sucesor con siete años de edad. Ambos gobiernos estuvieron controlados por el corrupto Liang Ji, hermano de la Emperatriz Viuda Liang regente durante el mandato de Chong. Liang Ji envenenó al emperador Zhi cuando este protestó por sus abusos de poder.

[21]袁紹  , nombre de cortesía, Benchu 本初.

[22] De los poderes que recibe He Jin he encontrado tres traducciones diferentes en inglés, “Chair of the Secretariat”, “Chief of staff” y  “supervise the work of the Imperial Secretariat”. Esta, tras preguntar a eruditos de kongming.net, parece ser la traducción más adecuada. (太后命何進參錄尚書事) supervisar el trabajo del Secretario Imperial. El Secretario Imperial se encargaba de la redacción de decretos, lo que significa que toda la administración civil ha de ser supervisada por He Jin.

[23]驃騎將軍, piaoji jiangjun o piaoqi jiangjun, cargo militar del mismo orden que el General de carros y caballería.

[24] En señal de respeto.

[25] Esposa de Liu Bang, fundador de la dinastía, a la muerte de su esposo llevó el gobierno y puso a todos los miembros de su familia en el poder, quedando en la historia china como ejemplo de mujer manipuladora y con ansia de poder. Tras su muerte en el 180 a.C., su familia perdió el poder y fue exterminada.

[26] Primera página del libro.

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