Capítulo 11

Chapter_11 - Lu Bu defeats Cao Cao

Liu Bei rescata a Kong Rong en Beihai

Lu Bu derrota a Cao Cao cerca de Puyang

 

Mi Zhu de Donghai era el que había ofrecido su consejo. Provenía de una rica familia de mercaderes y había viajado a Luoyang para vender su mercancía. Un día, volviendo de la capital en su carruaje, se encontró con una mujer de belleza exquisita que le pidió que la llevase. Mi Zhu se detuvo y le ofreció su sitio a lo que ella respondió invitándole a compartir el carruaje. Tras viajar juntos unos pocos li, la mujer se marchó. Pero antes de irse le dijo:

—Soy la diosa del fuego del sur. Nuestro padre celestial me ha ordenado quemar tu casa, pero has sido tan amable conmigo que he decidido avisarte. Corre a casa y retira todas tus posesiones porque llegaré esta noche.

Dicho esto desapareció. Mi Zhu terminó su viaje a toda prisa y nada más llegar sacó todas sus pertenencias. Esa misma noche se incendió la cocina y el fuego se extendió al resto de la casa. Después de este suceso dedicó sus riquezas a ayudar al pobre y al desvalido. Más tarde, Tao Qian lo acogió a su servicio.

Éste era el plan que Mi Zhu ofreció ante los presentes:

—Iré en persona hasta la comandancia de Beihai y pediré un ejército a Kong Rong. Mientras, otra persona ha de viajar a Qingzhou para solicitar asistencia a Tian Kai. Si ambos ejércitos atacan a Cao Cao al unísono, no tendrá más remedio que retirarse.

Tao Qian aceptó su sugerencia y escribió dos cartas. Pidió un voluntario y un tal Chen Deng se ofreció para viajar a Qingzhou. Cuando se fue, Tao Qian ordenó a Mi Zhu ir a Beihai. Tao Qian y sus generales se prepararon para el inminente ataque.

Volvamos nuestra atención a Kong Rong[1] en Beihai. Era un nativo de Qufu en el antiguo estado de Lu y descendía de Confucio[2] por vigésima generación. Ya desde niño Kong Rong destacaba por su inteligencia y cuando tenía diez años fue a visitar a Li Ying, gobernador de la comandancia de Henan, pero el guardián no le dejaba entrar.

—Los ancestros del gobernador eran íntimos amigos de mis ancestros —contestó Kong Rong.

Ante estas palabras, a Kong Rong se le permitió entrar.

—¿Qué relación hubo entre nuestros ancestros? —preguntó Li Ying.

—Mucho tiempo atrás, Confucio, mi ancestro, le preguntó a Laozi acerca del ritual, ¿acaso eso no significa que estamos unidos a lo largo de las generaciones?

Li Ying estaba impresionado.

Poco después llegó el ministro Chen Wei y Li Ying le relató la historia.

—Este chico es una maravilla —dijo Li Ying.

—El hecho de que sea un niño inteligente no quiere decir que vaya a seguir siendo inteligente —respondió Chen Wei.

—Parece que tú mismo fuiste un niño inteligente —le replicó Kong Rong.

—Cuando este niño crezca será sin duda un hombre de talento —rieron todos.

Desde entonces Kong Rong comenzó a crearse un nombre. Cuando creció lo nombraron comandante de la guardia de palacio y rápidamente pasó a ser gobernador de Beihai. Solía decir:

—Las habitaciones llenas de amigos y los vasos llenos de vino, ése es mi deseo.

Tras seis años en Beihai, era muy popular entre el pueblo.

El día en que Mi Zhu llegó con su mensaje, Kong Rong se encontraba con sus invitados como de costumbre. Mi Zhu le entregó la carta de Tao Qian y le explicó que Cao Cao estaba asediando Xuzhou y el gobernador necesitaba su ayuda.

—Tao Qian y yo somos buenos amigos y tu presencia me obliga a partir contigo. Pero Cao Cao no es mi enemigo. Primero enviaré un mensajero para tratar de conseguir una solución pacífica. Si Cao Cao la rechaza, enviaré un ejército.

—Cao Cao confía en su ejército —respondió Mi Zhu—. No aceptará ninguna proposición de paz.

Kong Rong ordenó reclutar soldados al tiempo que enviaba una carta a Cao Cao.

Justo en aquel momento llegó un ejército de Turbantes Amarillos. Eran decenas de miles bajo el mando de Guan Hai. Kong Rong no salía de su asombro, pero rápidamente llamó al grueso de su ejército y salió de la ciudad para hacer frente a la amenaza.

—Sé que Beihai es rico en grano —dijo Guan Hai avanzando en su caballo—. Si me entregáis 10.000 dan[3] me retiraré de inmediato. Si no, destruiré la ciudad y no habrá supervivientes.

—Soy un servidor de los Han, ¿cómo podría entregar mis reservas de grano a unos bandidos? —respondió Kong Rong.

Guan Hai estaba furioso y, agitando su espada, cargó contra Kong Rong. Zong Bao, uno de los generales del gobernador, alzó su lanza y avanzó con su caballo para detenerlo. Pero tras apenas cruzar sus armas Zong Bao caía muerto. El ejército de Kong Rong huyó a la ciudad presa del pánico. Entonces los rebeldes sitiaron la ciudad por los cuatro costados. Kong Rong estaba abatido y Mi Zhu, que veía claramente como su misión fracasaba, no podía en sí de preocupación.

Al día siguiente Kong Rong ascendió a lo alto de la muralla y observó. Cuando vio lo numerosos que eran los bandidos se preocupó aún más. De repente vio un hombre a lo lejos, iba armado con una lanza y cargaba en solitario contra los rebeldes. Atacaba sin miedo, con un furioso abandono. Cuando el hombre llegó hasta los muros de la ciudad, gritó:

—¡Abrid las puertas!

No sabiendo quién era, Kong Rong no se atrevía a abrir las puertas, y mientras Kong Rong se decidía un grupo de Turbantes Amarillos se acercó hasta el foso. El hombre se dio la vuelta y mató a una docena de ellos. Entonces Kong Rong ordenó a los guardias que dejaran entrar al desconocido. Nada más entrar, el hombre desmontó, subió a lo alto de la muralla y se postró ante Kong Rong.

—Soy del condado de Huang y mi apellido tiene dos sílabas[4]. Me llamo Taishi Ci[5]. Acabo de regresar a mi hogar desde el lejano norte para visitar a mi madre y escuché que la ciudad se encontraba asediada por rebeldes. Mi madre dice que siempre has sido considerado con ella, así que me pidió que viniera a ayudar.

Kong Rong estaba contento, conocía a Taishi Ci por su reputación y sabía que era un valiente guerrero. Kong Rong se había hecho cargo de su madre, que vivía cerca de la ciudad, en ausencia de su hijo.

Kong Rong trató a Taishi Ci con gran respeto y le regaló una armadura, una silla de montar y un caballo.

—Dame un millar de hombres —dijo Taishi Ci—, y saldré de la ciudad y acabaré con los bandidos.

—Sin duda eres un gran guerrero pero son demasiados. No debes apresurarte —contestó Kong Rong.

—Mi madre me envió porque te debe su gratitud. ¿Cómo podría mirarla otra vez a la cara si no te ayudo a romper este asedio? Prefiero luchar hasta la muerte.

—Dicen que Liu Bei es el héroe de nuestro tiempo, si conseguimos su ayuda, romperá el asedio en un abrir y cerrar de ojos. Por desgracia no tengo a nadie a quién mandar.

—Si escribes un mensaje, partiré de inmediato —fue la respuesta de Taishi Ci.

Kong Rong escribió una carta y se la entregó a Taishi Ci. Éste se puso la armadura y montó en su caballo con la lanza en la mano y un arco firmemente atado a su cintura. Salió de la ciudad.

Según se acercaba al foso, varios bandidos trataron de interceptarlo, pero Taishi Ci los atacó con la lanza y se abrió paso. Guan Hai, al oír que un jinete abandonaba la ciudad, supuso sus intenciones y avanzó a su encuentro en persona con 700 caballeros. Taishi Ci estaba rodeado. Entonces dejó su lanza y sacó el arco, disparando a su alrededor. Sonaba su arco y un hombre caía de su montura. Los bandidos no se atrevían a acercarse.

Así consiguió escapar. Viajó día y noche hasta Pingyuan para ver a Liu Bei. En cuanto se intercambiaron saludos, Taishi Ci le explicó en detalle como Kong Rong había sido rodeado y necesitaba su ayuda. Entonces le entregó la carta.

—¿Quién eres tú? —preguntó Liu Bei tras leer la carta.

—Soy Taishi Ci y provengo de Laihuiang. No soy familiar ni súbdito de Kong Rong pero me atan a él lazos de respeto mutuo y comparto sus penas. Beihai está siendo asediada y no hay forma de escapar. Eres famoso por ser benévolo, virtuoso y capaz de ayudar a los necesitados. Por eso Kong Rong me ordenó sortear todos los peligros y pedirte asistencia.

—¿Acaso Kong Rong sabe que hay un Liu Bei en este mundo? —respondió Liu Bei mirando a Taishi Ci.

Liu Bei reunió a tres mil hombres y partió junto a Guan Yu y Zhang Fei.

Guan Hai, al ver los refuerzos acercarse, pensó que serían fáciles de derrotar y lideró en persona a sus tropas para hacerles frente. Liu Bei, junto a sus hermanos y Taishi Ci ocuparon la primera línea y Guan Hai cargó directamente contra ellos.

Taishi Ci se dispuso a avanzar, pero Guan Yu se le adelantó.

Sus caballos se encontraron y los soldados comenzaron a lanzar vítores. Tras apenas una docena docena de golpes, el Sable del Dragón Verde dio cuenta de Guan Hai. Éste cayó de su caballo partido en dos.

Al ver esto, Taishi Ci y Zhang Fei avanzaron codo con codo, con las lanzas en paralelo. Su carga fue mortífera y Liu Bei hizo avanzar a sus hombres en un ataque sorpresa. El asediado gobernador había estado observando la batalla desde los muros de la ciudad, y vio como Taishi Ci, Zhang Fei y Guan Yu aniquilaban a los rebeldes como si de tigres atacando a ovejas se tratara. Nada podía detenerlos, y en ese momento Kong Rong salió con su ejército de la ciudad. Los bandidos fueron aniquilados y hubo un número incontable de prisioneros.

Kong Rong le dio la bienvenida a Liu Bei y organizó un banquete en su honor. Entonces le presentaron a Mi Zhu, que relató la historia de cómo Cao Song había sido asesinado por Zhang Kai, provocando la ira de Cao Cao sobre Xuzhou.

—Tao Qian es un gran hombre —dijo Liu Bei—. No esperaba que pudiese ser acusado de esa manera.

—Tú eres miembro de la familia imperial y Cao Cao está haciendo daño al pueblo —le explicó Kong Rong—. ¿Qué te parece si vamos juntos y ayudamos a los que sufren?

—No osaría rechazar esta oferta —respondió Liu Bei—. Pero apenas dispongo de un débil contingente. Debo actuar con cautela.

—Aunque mis motivos para rescatar a Kong Rong son los de la amistad —dijo Kong Rong—, también hay cierto sentido de la justicia en ellos. Dudo que tu corazón no lo comparta.

—Ve tú primero, pues. Yo necesito tiempo para ver a Gongsun Zan y pedirle refuerzos, entonces iré —fue la respuesta de Liu Bei.

—No rompas tu promesa —dijo Kong Rong.

—¿Qué clase de hombre crees que soy? El maestro[6] dijo: << La muerte nos espera a todos, pero un hombre en quien no se pueda confiar, es un hombre que no puede mantenerse a sí mismo>>. Con o sin los refuerzos, iré en persona.

Así lo acordaron. Mi Zhu partiría para regresar después e informar a Liu Bei. Mientras, Kong Rong se preparó para la expedición.

—Vine aquí debido a las insistencias de mi madre y me alegro de ver que todo haya terminado bien —agradeció Taishi Ci—. Liu Yao, gobernador de Yangzhou, me ha hecho llamar y he de partir. Tal vez volvamos a vernos algún día.

No creo que sea necesario decir que Kong Rong organizó un ejército, así que volvamos con Liu Bei que fue a Beihai a ver a Gongsun Zan y así explicarle cómo quería ayudar a salvar Xuxhou.

—Cao Cao y tú no sois enemigos, ¿por qué sacrificarse tanto por esa gente? —preguntó Gongsun Zan.

—Lo he prometido —respondió Liu Bei—. Y no me atrevo a romper mi palabra.

—Te prestaré dos mil hombres.

—También quisiera tener el apoyo de Zhao Yun —dijo Liu Bei.

Gongsun Zan asintió y los tres hermanos se dirigieron a Xuzhou con una fuerza de 3000 hombres, mientras Zhao Yun se encargaba de la retaguardia al mando de 2000.

Pero volvamos con Mi Zhu, que había regresado para explicar a Tao Qian cómo Kong Rong había conseguido los servicios de Liu Bei. No solo eso, sino que Chen Deng, el otro mensajero, también informó de la llegada de Tian Kai de Qingzhou con tropas de refresco. Tao Qian se sintió aliviado.

Pero a pesar de sus promesas ambos líderes temían la ferocidad de las tropas de Cao Cao y acamparon a la distancia sin atreverse a avanzar. Cuando Cao Cao supo de su llegada dividió el ejército en dos grupos y pospuso el ataque a la capital.

Así que volvamos con Liu Bei, cuyo ejército acababa de llegar. Se encontraba hablando con Kong Rong que le decía:

—El enemigo es poderoso y Cao Cao es un experto en el manejo de su ejército. Debemos ser prudentes y observar sus movimientos antes de avanzar.

—Temo que la ciudad no pueda aguantar por mucho tiempo, ya que no tienen comida —dijo Liu Bei—. Pondré a mis hombres a tu cargo mientras Zhang Fei y yo rompemos las líneas de Cao Cao para ver a Tao Qian.

Kong Rong estaba encantado con la idea y habló con Tian Kai para preparar un ataque conjunto. Guan Yu y Zhao Yun trajeron sus tropas hasta donde estaba Kong Rong.

Y así, el mismo día Liu Bei y Zhang Fei se abalanzaron contra el flanco del campamento de Cao Cao. Mientras avanzaban, comenzaron a sonar tambores y oleada tras oleada de soldados enemigos les salió al encuentro. Los lideraba el general Yu Jin. Éste detuvo su caballo y gritó:

—Necios, ¿a dónde creéis que vais?

Zhang Fei no se molestó en contestar, sino que cargó directamente contra él. Tras chocar las armas un par de veces, Liu Bei alzó sus espadas gemelas y lanzó a sus hombres al ataque. Yu Jin fue derrotado y Zhang Fei lo persiguió hasta los muros de Xuzhou.

En lo más alto de la muralla Tao Qian vio banderas rojas escritas en blanco con las palabras: “Liu Bei de Pingyuan”. Al ver esto, ordenó que abrieran las puertas de la ciudad y fue a dar la bienvenida a Liu Bei. Ambos fueron a la oficina del gobernador y tras intercambiar la necesaria cortesía, se preparó un banquete para recompensar a los soldados por sus esfuerzos.

Cuando Tao Qian observó el porte y la claridad del discurso de Liu Bei, su corazón se deleitó de tal manera que ordenó a Mi Zhu que le ofreciera el sello y la tabla de gobernador de Xuzhou.

—¿Qué significa todo esto?—preguntó Liu Bei anonadado.

—Aunque el mundo esté sumido en el caos, la familia imperial todavía inspira respeto —explicó Tao Qian—. Eres un miembro de la casa de Han y estás claramente preparado para salvar a la nación. Yo soy viejo, y me encantaría cederte el puesto. Te ruego que lo aceptes. Puedo enviar una petición a la corte imperial.

Liu Bei se levantó e hizo una reverencia.

—Aunque descienda de los Han, carezco de virtudes y pocos son mis méritos. No soy más que un magistrado de Pingyuan y no estoy preparado para semejante responsabilidad. Vine hasta aquí porque es lo correcto. ¿Acaso crees que me quiero apropiar de tu territorio? ¡Que el cielo me castigue si es así!

—Ésos son mis verdaderos sentimientos —respondió Tao Qian.

Una y otra vez Tao Qian repitió su ofrecimiento, pero Liu Bei continuó rechazándolo.

Entonces Mi Zhu se adelantó y dijo:

—El enemigo está a las puertas de la ciudad. Deberíamos estar preparando una estrategia para rechazarlo. Esta discusión puede esperar un momento más tranquilo.

—Mandaré una carta a Cao Cao para recomendarle que detenga el asedio —dijo Liu Bei—. Si no acepta, siempre podremos atacarle.

Con estas palabras, envió un mensaje a los tres campamentos con instrucciones de que mantuvieran su posición. Una vez hecho esto, escribió una carta a Cao Cao.

Así que volvamos con Cao Cao que se encontraba reunido con sus generales cuando se anunció que llegaba una carta de desafío de Xuzhou. Cuando Cao Cao la abrió, descubrió que era del mismo Liu Bei. La carta decía, aproximadamente:

Desde que os presenté mis respetos más allá del paso, el destino nos ha llevado por caminos separados y no tuve la oportunidad de serte de ayuda. Recientemente, tu honorable padre, el marqués Cao, encontró su final por culpa de la traición de Zhang Kai. De hecho, Tao Qian es totalmente inocente. Mientras tanto, los restos de los rebeldes Turbantes Amarillos saquean los campos y, todavía peor aún, la capital está bajo el control de  los últimos seguidores de Dong Zhuo. Es mi deseo y esperanza que su excelencia atienda primero a la situación en la corte imperial y deje los asuntos personales para más tarde. De retirar vuestras tropas de Xuzhou para ayudar a la nación durante esta época de crisis, no solo ayudarías a la propia Xuzhou; ¡sino también a la nación!

—¿Quién se cree este Liu Bei que es para atreverse a mandarme semejante carta? —lo increpó Cao Cao—. Debe tratarse de algún tipo de treta.

Cao Cao ordenó matar al mensajero y atacar la ciudad. Mas Guo Jia se opuso con las siguentes palabras:

—Liu Bei ha recorrido una gran distancia para ayudar a Tao Qian. Será mejor que seamos corteses con él, para que así baje la guardia. Así cuando ataquemos la ciudad con todas nuestras fuerzas, ésta caerá sin remedio.

Cao Cao siguió el consejo de Guo Jia y pidió al mensajero que se quedara hasta que le diera una respuesta.

Entretanto llegó otro mensajero con noticias de una gran catástrofe. ¡Lu Bu había invadido Yanzhou y ocupado Puyang!

Tras su fiasco frente a Guo Si y Li Jue, Lu Bu huyó cruzando el paso de Wu y trató de refugiarse con Yuan Shu. Pero Yuan Shu lo acusó de cambiar una y otra vez de lealtades y se negó a aceptarlo. Entonces Lu Bu ofreció sus servicios a Yuan Shao, quien lo aceptó, y juntos derrotaron a Zhang Yan en Changshan. Pero henchido de orgullo por sus éxitos, Lu Bu se volvió arrogante. Yuan Shao estaba a punto de ejecutarlo, así que Lu Bu huyó con Zhang Yan, gobernador de Shangdang.

Por aquel entonces, Pang Shu, que desde su huida mantenía oculta a la mujer e hijos de Lu Bu en Changan, le entregó a su familia. Cuando Li Jue y Guo Si se enteraron, ejecutaron a Pang Shu y ordenaron a Zhang Yang que acabara con la vida de Lu Bu. Lu Bu escapó una vez más y se refugió con Zhang Miao. La suerte determinó que justo entonces el hermano de Zhang Miao, Zhang Yang, le estaba presentando a Chen Gong.

—El mundo está sumido en el caos y los señores de la guerra tratan de obtener lo que pueden —explicó Cheng Gong—. ¿Cómo es que tú, con tu inmenso territorio, no luchas por tu independencia? Cao Cao se dirige al Este y Yanzhou está indefensa. Lu Bu es uno de los grandes héroes de nuestra era, si unimos fuerzas con él y tomamos Yanzhou, podríamos extender nuestro poder e influencia.
Zhang Miao estaba encantado. Ordenó a Lu Bu poner a sus pies Yanzhou y adueñarse de Puyang. Al poco tiempo todo el territorio se encontraba en sus manos salvo tan solo los condados de Juancheng, Fanxia y Dongjun; que Xun Yu y Cheng Yu defendían desesperadamente. Cao Ren participó en varias batallas, pero no fue capaz de conseguir ni una sola victoria, por lo que rápidamente envió un mensajero a Cao Cao.

—Si pierdo Yanzhou no tendré hogar al que regresar —dijo Cao Cao estupefacto—. ¡He de pensar un plan, y rápido!

—Lo mejor será congraciarse con Liu Bei y regresar —sugirió Guo Jia.

Cao Cao asintió y envió de inmediato su respuesta a Liu Bei. A continuación levantó campamento y se retiró.

Pero volvamos con el mensajero que acababa de volver a Xuzhou para ver a Tao Qian. Éste, tras entregar a Tao Qian la carta, le explicó que las fuerzas de Cao Cao ya se habían retirado. Tao Qian estaba tan contento que invitó a todos los generales a un gran banquete. Cuando hubo terminado, sentó a Liu Bei en el sitio de honor. Entonces apretó las manos frente a él como gesto de cortesía y se dirigió a los presentes:

—Soy viejo y mis hijos carecen del talento necesario para sustituirme. Liu Bei es un descendiente de la familia imperial y un hombre de integridad y talento. Es mi deseo cederle mi puesto al cargo de Xuzhou para así poder retirarme y restaurar mi salud.

—Vine a petición de Kong Rong impelido por el sentido de la justicia. Pero si ahora ocupo esta tierra sin ninguna razón, el mundo me juzgará por no tener sentido alguno de la misma —respondió Liu Bei.

—La casa de Han está en pleno declive y sus dominios se derrumban. Si tu deseo es hacerte un nombre, éste es el momento. Xuzhou es fértil y bien poblada, tienes que aceptar el cargo — le reprendió Mi Zhu.

—Es el tipo de oferta que no puedo aceptar.

—El venerable Tao Qian sufre de varias enfermedades y no puede gobernar, no puedes rechazar su oferta —dijo Chen Deng.

—La familia de Yuan Shu ha ocupado posiciones de renombre en el gobierno desde hace cuatro generaciones y su territorio está próximo, ¿por qué no cederle el control? —rechazó el ofrecimiento de nuevo Liu Bei.

—Yuan Shu carece de poder, ¡no merece la pena ni mencionarle! —amonestó Kong Rong—. Si el cielo te da semejante oportunidad y no la aceptas, lo lamentarás toda la vida.

Como Liu Bei, obstinado, continuaba sin aceptar la oferta, Tao Qian comenzó a llorar mientras imploraba:

—¡Si me abandonas, iré a la tumba con el corazón lleno de remordimientos!

—Ya que es Tao Qian quien te ofrece el puesto —dijo Guan Yu—, no veo por qué no hacerse cargo de Xuzhou temporalmente.

—¿Por qué insistes en decir que no? —dijo Zhang Fei—. No es lo mismo que si le hubiéramos forzado a darnos sus tierras.

—Lo que queréis todos es que me convierta en una sabandija sin sentido de la justicia.

Una y otra vez Tao Qian trató de cederle su puesto, pero Liu Bei no lo aceptaba.

—Dado que insistes en rechazar mi oferta, hay un lugar cerca llamado Xiaopei donde puedes estacionar a tu ejército y así vigilar Xuzhou. ¿Qué opinas?

Todos imploraron a Liu Bei que permaneciera en Xiaopei y Liu Bei así lo hizo. Cuando Tao Qian terminó de recompensar a las tropas, Zhao Yun se preparó para partir. Liu Bei lo cogió de las manos y con lágrimas en los ojos se despidieron. Kong Rong y Tian Kai también regresaron a sus hogares.

Liu Bei, Guan Yu y Zhang Fei trasladaron su ejército a Xiaopei, donde repararon la muralla para calmar al pueblo.

Pero volvamos con Cao Cao que regresaba con su ejército. Cao Ren le salió al encuentro y le explicó que Lu Bu era poderoso y que además Chen Gong lo estaba ayudando. Yanzhou y Puyang habían caído pero los muros de tres condados todavía estaban intactos gracias a la feroz defensa de Xun Yu y Cheng Yu.

—Lu Bu es un guerrero feroz pero carece de cerebro, en mi opinión no deberíamos preocuparnos —le explicó Cao Cao.

Entonces ordenó preparar el campamento y consultó a sus consejeros.

Lu Bu, al enterarse de la llegada de Cao Cao, llamó a dos de sus generales, Xue Lan y Li Feng.

—Lllevo tiempo pensando en emplearos, formad un ejército de diez mil hombres y defended Yanzhou con vuestras vidas. Mientras, avanzaré personalmente para aniquilar a Cao Cao.

Pero Chen Gong vino rápidamente a ver a Lu Bu:

—Veo que abandonas Yanzhou, ¿a dónde te diriges?

—Concentraré mis fuerzas en Puyang y así podré triplicar el poder de mis tropas —fue la respuesta de Lu Bu.

—Cometes un grave error. Xue Lan no será capaz de defender Yanzhou. A 180 li al sur de aquí los caminos que llevan al Monte Tai son traicioneros. Podemos ocultar diez mil de nuestras tropas de élite allí. Como Cao Cao sabe que Yanzhou ha caído, seguro que avanza hacia aquí a marchas forzadas. Si esperamos a que estén a mitad de camino para atacarlos, los aniquilaremos con facilidad.

—Si despliego mis tropas en Puyang es porque tengo algo en mente —dijo Lu Bu. ¿Cómo podrías conocer mis planes?

Lu Bu dejó a Xue Lan al mando y se fue.

Cuando el ejército de Cao Cao llegó al camino mencionado, Guo Jia le avisó con estas palabras:

—No debemos avanzar más. Seguro que nos espera una emboscada.

Cao Cao sonrió.

—Lu Bu carece de nociones de estrategia. Por eso ha dejado a Xue Lan al cargo de la defensa de Yanzhou, mientras él partía a Puyang. ¿De veras crees que ha ocultado aquí a sus tropas? —Cao Cao se dirigió a Cao Ren—. Sitia Yanzhou. Mientras, yo marcharé a Puyang todo lo rápido que pueda y atacaré a Lu Bu.

Cuando Chen Gong se enteró de la llegada del ejército de Cao Cao, pensó un plan brillante que explicó así:

—El ejército de Cao Cao debe estar cansado tras semejante viaje. Ahora es el momento de atacarles antes de que recuperen las fuerzas.

—Yo solo me las he arreglado para tomar este territorio. ¿por qué debería preocuparme por Cao Cao? Esperaré hasta que preparen su campamento, entonces, lo capturaré personalmente.

Ahora bien, Cao Cao había organizado su campamento en los alrededores de Puyang. Al día siguiente, hizo salir a sus tropas y las desplegó en formación de batalla. Cao Cao detuvo a su caballo bajo las banderas a la entrada de su campamento. A lo lejos podía ver como el ejército de Lu Bu se aproximaba. El mismo Lu Bu se puso al frente, seguido por ocho de sus mejores generales. El primero entre ellos era Zhang Liao, que procedía de Mayi, en la comandancia de Yanmen. El segundo era originario de Huayin, en la comandancia del monte Tai, su nombre era Zang Ba. Entre los dos se encontraban otros seis bravos generales: Hao Meng, Cao Xing, Cheng Lian, Wei Xu, Song Xian y Hou Cheng. En total el ejército de Lu Bu estaba formado por 50.000 hombres. El sonido de los tambores hacía temblar la tierra…

Cao Cao apuntó a Lu Bu y le amonestó:

—Tú y yo no estábamos enfrentados, ¿por qué invades mis tierras?

—Los dominios de la casa de Han son propiedad de todos. ¡Debes pensar que eres el único con derecho a las mismas!—respondió Lu Bu.

Entonces ordenó a Zang Ba que desafiara al enemigo. Yue Jin avanzó de entre las filas de Cao Cao. Sus caballos chocaron cuando ambos cruzaron sus lanzas al unísono. Pero tras cruzar sus armas más de treinta veces aún no había un claro vencedor. Xiahou Dun fustigó a su caballo para ayudar a su compañero y Zhang Liao avanzó a cortarle el paso.

Todo esto enfureció a Lu Bu que alzó su alabarda y cargó a todo galope. Tanto Xiahou Dun como Yue Jin huyeron de inmediato y Lu Bu aprovechó para reforzar el ataque, derrotando por completo al ejército de Cao Cao que tuvo que retirarse 30 o 40 li antes de que Lu Bu abandonase la persecución.

Cao Cao convocó a sus generales tras la derrota.

—Ascendí a una colina para observar el área —explicó Yu Jin—. Lu Bu tiene un campamento casi desguarnecido al oeste de Puyang. No creo que esta noche estén preparados tras habernos derrotado hoy. Ataquemos, si capturamos su campamento, los soldados de Lu Bu entrarán en pánico.

Cao Cao estaba de acuerdo, así que reunió a seis de sus generales, Cao Hong, Li Dian, Mao Jie, Lu Qian, Yu Jin, y Dian Wei junto a 20.000 soldados y esa misma noche avanzaron por un camino poco frecuentado.

Pero volvamos con Lu Bu, que festejaba en su campamento mientras recompensaba a sus tropas.

—Nuestro campamento occidental está en una posición estratégica —dijo Chen Gong—. ¿Qué haremos si Cao Cao lo ataca?

—Acaba de perder una batalla, ¿qué te hace creer que se atreverán a acercarse? —respondió Lu Bu.

—Cao Cao es especialmente hábil manejando a sus soldados, tenemos que asegurarnos de que no nos ataque cuando hemos bajado la guardia.

Lu Bu envió a Gao Shun junto a Wei Xu y Hou Cheng para que defendieran el campamento occidental.

Entretanto Cao Cao había avanzado hasta el campamento para atacarlo antes del amanecer por los cuatro costados. Las tropas de Lu Bu eran incapaces de mantener la posición y huyeron en todas las direcciones. Cao Cao había capturado la posición.

Mas al poco tiempo llegó Gao Shun con sus tropas. Cao Cao avanzó personalmente para interceptarlo. Los tres ejércitos luchaban indiscriminadamente uno contra otro. Según se acercaba el amanecer el sonido de los tambores hizo temblar la tierra. Era Lu Bu, que iba en persona a rescatar a sus tropas. Yu Jin y Yue Jin trataron de detenerlo sin conseguirlo. Entonces Cao Cao se retiró hacia el norte.

De pronto apareció un grupo de soldados detrás de una colina, con Zhang Liao a su izquierda y Zang Ba en la derecha. Cao Cao ordenó a Lu Qian y Cao Hong atacarlos, pero no consiguieron grandes avances. Así que Cao Cao huyó al oeste.

Sin previo aviso, se oyeron gritos ensordecedores y aparecieron más soldados. El camino de Cao Cao estaba bloqueado por los otros cuatro generales de Lu Bu: Hao Meng, Cao Xing, Cheng Lian y Song Xian.

Atrapados entre la espada y la pared, Cao Cao dirigió la carga. Llovían las flechas sobre ellos. Cao Cao era incapaz de avanzar y se le habían acabado las estratagemas para escapar.

—¡Que alguien me ayude!—gritó.

Uno de los generales de Cao Cao salió despedido de entre las filas de la caballería. No era otro que Dian Wei, armado con sus pesadas alabardas.

—¡No temas, mi señor! —gritó.

Saltó de su caballo, clavó las alabardas gemelas en tierra y agarró una docena de alabardas cortas. Entonces le dijo a sus sirvientes:

—¡Avisadme cuando esos bandidos estén a diez pasos de mí!

Dian Wei se adelantó sin importarle las flechas. Docenas de jinetes de la caballería de Lu Bu se abalanzaron sobre él.

—¡Diez pasos!—gritaron los sirvientes.

—¡Avisadme cuando estén a cinco pasos!

Una vez más los sirvientes de Dian Wei gritaron:

—¡Cinco pasos!

En ese momento Dian Wei arrojó las alabardas, golpeando al enemigo uno a uno. Cada vez que lanzaba una, otro hombre caía de su caballo. Ni una sola de las alabardas erró su objetivo.

Así cayó una docena, el resto huyó. Dian Wei volvió a subir a su caballo, recogió sus alabardas de hierro y cargó hacia delante. Cuatro de los generales de Lu Bu no fueron suficientes para detenerlo, así que huyeron. Dian Wei rompió las líneas enemigas y rescató a Cao Cao. El resto de los generales de Cao Cao llegaron en ese momento y juntos buscaron el camino de vuelta a su campamento.

Pero cuando cayó sobre ellos la tarde, escucharon griterío tras ellos. Lu Bu cargaba a todo galope, alabarda en mano.

—¡Cao Cao, sabandija, detente!—gritaba.

Exhaustos tanto los caballos como los soldados, todos se miraban uno a otro sin saber qué hacer. Su único deseo era huir.

Aunque consiguieran escapar del cerco, es mucho más difícil evitar que tan formidable enemigo te persiga.
¿Quieres saber si Cao Cao sobrevivió? Sigue leyendo, y todo tendrá su explicación.

 

 

 

 



[1]孔融, nombre de cortesía文舉, Wenju, promotor de civismo

[2] El apellido de Confucio en Chino es Kong.

[3] Un dan son 26,4 kilos, es decir, pide 2640 toneladas.

[4] Es muy poco frecuente un apellido chino de dos sílabas.

[5] 太史慈, nombre de estilo 子義, Ziyi, aquel cuyo nombre representa la entereza.

[6] Confucio

2 comentarios en “Capítulo 11

Responder a Lilith Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *